Un día cualquiera, hace veinte años, un hombre entra en el Museo Serrano de Ciencias Naturales de Paraná, en la provincia argentina de Entre Ríos. Cuenta que es el último hablante de una lengua que hasta entonces se creía más que extinta: el chaná. El hombre es Blas Jaime. Una prohibición recorre su linaje: no decir nunca que la lengua pervive. Pero unas revelaciones místicas en forma de sueños, su avanzada edad y saberse el último chaná le guían hasta el Museo. El resto es historia: lingüistas de todo el mundo reconstruyen el idioma. Se basan en el testimonio de Jaime y en notas que los jesuitas de 1700 escribieron sobre este pueblo originario. Siglos antes, el marino veneciano Sebastián Gaboto había desobedecido las órdenes de la Corona Hispánica de pasar por el estrecho de Magallanes y subío por el río Paraná. Daría con una población de 40.000 chanás. Desde esos 40.000 hasta el último chaná, Entre Ríos ha visto pasar muchas disputas, cultivos, fauna y comunidades humanas. Maximiliano Schonfeld, cineasta, es nacido ahí y, afortunados todos, ahí vive de vuelta, después de pasar años en la capital argentina. Sus filmes retratan otra comunidad igualmente particular: los alemanes del Volga que emigraron hacia 1870 a Entre Ríos. Hoy, su lengua (fráncico renana) también se ve diluida por el paso de las generaciones. Sombra grande es la película de despedida que les dedica Schonfeld. Después de pasar años filmándolos, va a cerrar etapa. El film tuvo su estreno mundial ayer en Tabakalera. Su director no lo quería de otra forma. Por el acompañamiento del Festival (participó en WIP Latam el año pasado), por la relación del País Vasco con su lengua propia y porque la Universidad del País Vasco apoya las investigaciones arqueológicas que han dictaminado dónde estuvo el fuerte Sancti Spiritus, levantado por el explorador Gaboto.
El proyecto de Sombra grande, como esas excavaciones arqueológicas, nace con muchas capas. Schonfeld y el poeta Julián Bejarano se presentaron a un concurso para trabajos interdisciplinarios. Poesía, cine e investigación sobre los chanás. Bejarano escribió un libro de poemas (“Sombra grande. Crónica de los primeros habitantes de Entre Ríos compuesta en verso”) que sirvió para que el realizador se lanzara a filmar la película. “No usé los versos para saber qué filmar. Filmaba e intuía qué versos podían acompañar esas imágenes. El choque que se produce no tiene punto medio. O se abrazan o se expulsan rápidamente”, nos cuenta Maximiliano Schonfeld.
El público es testigo de la vida cotidiana de los descendientes de los alemanes del Volga. Las secuencias se suceden mientras algunos personajes desaparecen, para reaparecer luego en las historias de otros. “No vemos a personajes sino a una comunidad que se entrelaza. Eso es de lo más difícil de registrar con el cine”.
Schonfeld no hurga en opiniones, resentimientos u homenajes. “La tensión está en el propio territorio. ¿Quiénes son los legítimos habitantes? ¿Los inmigrantes que llegaron, en un estado de pobreza extrema, a un lugar desolado con montes imposibles de cultivar o los originarios, que vivieron ahí durante miles de años?”. Como dice el director, la disputa es simbólica. “De todos esos cruces emana una fuerte consonancia poética. Entre Ríos es una de las provincias con más poetas argentinos reconocidos”.
Ahora que en el Festival hablamos más que nunca del estado del cine en Argentina, no podemos dejar de ver el cine de Maximiliano Schonfeld como un desvío de lo que el gran público entiendo por ‘cine argentino’. “Tenemos un grave problema de centralismo, como en casi todos los países suramericanos. La poesía entrerriana siempre tuvo su identidad y nunca necesitó de Buenos Aires. Nosotros, los cineastas entrerrianos tratamos de imitar eso. Nos interesa mucho generar nuestra identidad cinematográfica. Así se favorece la verdadera identidad de un país: cuando todas sus voces tienen tonalidad propia”.