Hay llamadas que lo cambian todo. El 14 de marzo de 1977, en plena dictadura argentina, una llamada desde la ESMA, centro de tortura situado en el centro de Buenos Aires, cambió la vida de Silvia Labayru, joven que se encontraba secuestrada en la escuela militar. Labayru sobrevivió gracias a esa llamada, aunque su vida ya había cambiado para siempre. La periodista Leila Guerriero ha recogido su historia, llena de aristas y contradicciones, en su última novela “La llamada”. Un relato sobrecogedor, que te atrapa sin miramientos y del que es casi imposible desengancharse hasta el final.
Guerriero forma parte del jurado de sección oficial de Zinemaldia. Ella no recibió una llamada, sino un e-mail de José Luis Rebordinos, en el que le planteaba participar en el Festival. La periodista argentina no dudó, aunque al principio no se lo creyó: “Lo leí tres veces. Pensé que se había confundido, que se lo quería mandar a alguien que tenía un nombre parecido al mío”. Pero no, era para ella, y cambió rápidamente la agenda para participar en este “desafío”. Confiesa que su relación con el cine es tan fuerte como con los libros, pero con una diferencia: “Si bien soy muy lectora y escribo, voy mucho al cine pero no hago cine”. Se ha sorprendido gratamente por el ambiente de cine que se vive en Donostia: “Hoy fui a ver una película a las 08.30 de la mañana y pensé que estaría tranquilo, pero el cine estaba lleno. Es muy emocionante ver cómo la ciudad vive el Festival. Hay una ebullición hermosa”.
Aunque la labor como jurado no le permite tener tiempo para salir a correr, Guerriero se muestra encantada con el “buen atracón” de películas. “Yo tomo muchos apuntes al final de cada película”. Es periodista, y eso al final se nota: “Ya sabemos lo traicionera que es la memoria. Terminas de ver algo, tienes un montón de ideas, y te parece que te vas a acordar de eso… y para la tercera película que viste ya no te acuerdas de la primera. Y yo soy muy minuciosa”.
Lo volvemos a intentar. Jaione Camborda y Christos Nikkou no quisieron avanzar nada de las deliberaciones del jurado; probamos con Guerriero: “Ni sí, ni no, ni blanco, ni negro. No podemos decir nada”. Otra vez más, fracaso absoluto, no hay exclusiva. Quizá están esperando hasta el último día para comenzar a debatir, y así llevarse bien hasta el final del Festival... “Hemos empezado a debatir y nos seguimos llevando bien, a lo mejor es un milagro”. Confirma la conexión de la que hablaba Camborda, presidenta del Jurado. “La siento como una persona talentosísima, entrañable y muy cercana. Es muy inteligente, y tiene una mirada muy afilada”. Hay feeling por todas las partes.
Volvemos a “La llamada”. Ya lo decíamos, es imposible desengancharse de ella. Se trata de un relato incómodo; no de leerlo, sino que resulta incómodo para muchas personas, de entornos muy diferentes. Además de sufrir la tortura y violaciones por parte de los militares, Labayru también sufrió el ostracismo al ser liberada, acusada de “colaboracionista”. Y a pesar de ello, Guerriero decidió contar la historia de Silvia. O quizá, precisamente, por ello: “Los relatos que yo prefiero ver o leer, son relatos que tienen matices, que no son reduccionistas. Todo el mundo tiene un lado no tan agradable, no tan simpático. Alguien que ha sido víctima de algo atroz, no tiene por qué ser un santo, pero de todas maneras, ha sido víctima de algo atroz”.
Precisamente el adjetivo “atroz” encaja muy bien con todo lo que ocurrió en la ESMA, uno de los centros de detención, tortura y exterminio más grandes de la dictadura argentina. El libro habla de ello, pero también de la propia realidad de la periodista, sus propias dificultades para abordar este tema. Cómo preguntar, cuándo hacerlo, cómo contarlo. Esta sinceridad, esta delicadeza, también atrapa.
No podemos terminar la entrevista sin hablar de la situación política en Argentina. “Un momento muy complejo” para Guerriero, a todos los niveles. El gobierno de Milei se vanagloria de conseguir que baje la inflación, pero no cuenta lo que hay detrás de los datos: “Ha bajado el consumo, los sueldos están por el piso, la clase media está bajando a clase baja, la gente carenciada está más carenciada que nunca…”. Es la idea de la supervivencia del más fuerte: “Si no puedes sobrevivir con lo que hay, bueno, muérete”. Y lo mismo en materia de derechos humanos, en la cultura… “Me da pena que todo esto acabe arrasando el país en el que creíamos vivir, y de acá a dos años sea completamente irreconocible”.
Julen Nafarrate Aurrekoetxea