Es apasionante que la sección más joven del Festival, Nest, se haya inaugurado ayer a través de una conversación con la leyenda del cine francés Leos Carax, el renombrado director de películas como Mauvais Sang, Les amants du Pont Neuf y Holy Motors. La ocasión es el estreno español de su última película, C’est pas moi / It’s not me, que compite en Zabaltegi-Tabakalera. Se trata de un mediometraje de cuarenta minutos de duración que, a través de imágenes heterogéneas –fragmentos de la historia del cine, de sus propias películas, imágenes de su móvil o sacadas de internet…– responde, de forma libre y abierta, a la pregunta que el Centre Pompidou de París le hizo una vez para una exposición que nunca se realizó: “Où en êtes-vous, Leos Carax?” (“¿Dónde se encuentra, Leos Carax?”). Autorretrato anárquico, collage, ensayo fílmico, análisis político a partir de las imágenes, el film recuerda la improvisación de un concierto jazz, con sus instantáneas reflexiones y divagaciones sobre el cine y el mundo que nos rodea. “Es difícil ver la película sin pensar en Jean-Luc Godard”, destaca un espectador en la sala tras la proyección. Carax responde que por supuesto, C’est pas moi está permeada por la figura de Godard, que siempre ha sido un cineasta importantísimo para él. La proyección del film fue el punto de partida para una conversación, moderada por la cineasta y comisaria Elena López Riera. En principio, fue la cinefilia: Carax recuerda cuando, siendo joven, pasaba sus jornadas en la Cinematheque Française viendo películas, sobre todo del cine mudo, y el sentimiento de gratitud que tenía por aquel lugar. “Por eso mis primeras dos películas fueron realizadas como cartas de amor al cine”.
C’est pas moi fue en cambio creada a través de un proceso de montaje abierto y en solitario: “Es la primera vez que habla en primera persona en su cine”, sugirió López Riera. “Una película siempre es un hecho privado que se convierte en público, no importa que sea una ficción o no”, evoca Carax, que también afirma tener que sentirse una persona distinta cada vez que hace una película.
El cineasta pareció dirigirse directamente a los jóvenes que están empezando en el cine, como son los participantes de Nest, cuando habló de la “mirada de Dios”. En su película, sugiere que el travelling daba la sensación que la cámara fuera la mirada de Dios. Y ya no es así: “Las imágenes no respiran más, no parpadean, lo que nos hará ciegos”, dice en la película, evocando la proliferación bulímica de imágenes en lo contemporáneo. Ya no sabemos dónde mirar. Pero el tono de Carax en la sala parece todo menos pesimista. “El cine se fundamenta en una serie de invenciones técnicas. Amar el cine significa amar estas invenciones. Cada generación tiene que ser consciente de los cambios y reinventar el cine. Esa mirada de Dios se tiene que reinventar constantemente”.
A través de fascinantes divagaciones, Carax apela además a la dimensión del juego a la hora de crear. “Un cineasta tiene a su disposición mil juguetes. Sin embargo, en mi caso, no sé cómo usarlos”, resaltando la importancia de rodearse de las personas correctas para la realización de la película. Colaboradores como, en el caso de sus últimas películas, la directora de fotografía Caroline Champetier o la montadora Nelly Quettier. “El cine es una isla virgen donde puedes ir si no tienes capacidad para otra cosa”, insistió, subrayando que para hacer cine no es necesario acudir a una escuela, pero que las escuelas permiten conocer a otras personas que pueden convertirse en colaboradores.
Hoy arranca el concurso de Nest, que nos sumergirá justamente en el trabajo de quienes sí han acudido a una escuela de cine, ojalá encontrando colaboradores que durarán.