Cuatro años después de codirigir el documental Playing Lecuona, JuanMa Betancort volvió a Cuba para grabar Semilla del son junto con Santiago Auserón. El proyecto viene a cerrar el círculo abierto por la antología discográfica del mismo nombre que impulsó Auserón (Juan Perro para los melómanos) allá por el añó 1992, y seguido por el libro que él mismo publicó bajo el título “Semilla del son. Crónica de un hechizo” en 2019.
El director canario JuanMa Betancort rememora el origen de su fascinación por la música cubana, en el que Auserón tuvo un papel crucial: “Lo más genuino, revulsivo y vanguardista de los 90 fue el rescate del son cubano; se puso de moda de repente y yo quedé deslumbrado por los ‘Encuentros con el Son cubano’ que organizó Santiago Auserón en la Casa de América”. Y es que Auserón, alma de la mítica Radio Futura, llevaba desde 1984 viajando a la isla en busca de los sonidos de Cuba y trayendo a España lo más destacado de su escena musical.
El objetivo del documental era ahondar en las raíces del son, en particular en el Oriente de Cuba, tratando de rehacer el camino histórico de la evolución del son desde el oriente al occidente de la isla. “El arranque determinante fue que JuanMa me convenció de que ‘Semilla del son’ no era un proyecto acabado, como yo lo consideraba retrospectivamente”, declara el músico y escritor Santiago Auserón, “él decía que la colección de antologías era muy interesante, y el libro daba una buena imagen de todo lo que había pasado aquellos años, pero faltaba un documento audiovisual que mostrase desde un punto de vista etnográfico la conexión con las raíces del son cubano arrancando desde Oriente y las transformaciones paulatinas de estilo que se van produciendo en su camino hacia Occidente, de ciudad en ciudad”.
Auserón: “Básicamente, el material filmado tiene veracidad y transmite emoción”
Pero nada más llegar a la isla para comenzar el rodaje, irrumpió la pandemia y trastocó todos los planes del equipo de rodaje. “En esta obra es determinante el papel del azar y los elementos históricos, sumados a los avatares del rodaje, inciden en la manera en la que un producto artístico acaba de configurarse”, aclara Auserón. Fueron grabando encuentros con soneros, recopilando paisajes y encontrando personas con las que fueron dialogando para capturar la magia de las músicas de Santiago de Cuba, Sancti Spiritus, Trinidad, Matanzas, Baracoa, La Habana, etc.
Tras muchas y variadas dificultades y a pesar de que algunas colaboraciones importantes se quedaron en el tintero, lograron filmar un valioso material. Era sólo la mitad del proyecto que tenían en mente, y esta circunstancia puso en un serio riesgo la continuidad del documental. “Hubo un momento de desánimo y de renuncia”, explica Auserón, “pero había material suficiente y me sorprendió totalmente que, aunque no era el material que yo esperaba, ese tránsito que yo protagonicé espontáneamente y capturado sin propósito rector, resultó tener una coherencia natural gracias a la experiencia de cineasta de JuanMa, que condujo ese lenguaje hacia una posible lectura”.
Auserón: “La cubanización de mi manera de entender la música sin dejar de ser rockero es un proceso muy lento”
Un riesgo fiable
El director filmó los primeros encuentros del músico con sus colegas de la isla, desconocidos hasta entonces para él, y con los cuales compartía acercamientos musicales en ocasiones improvisados. “Yo me veía un poco tímido, torpe, no soy actor ni se trataba de eso, pero el material filmado en esos encuentros tiene una especie de veracidad inesperada, básicamente tiene veracidad y transmite emoción”, explica el protagonista de la cinta.
JuanMa Betancort subraya que “Santiago Auserón asumió un riesgo muy importante en la película porque ponerse al nivel de soneros, improvisando la música que han tocado toda la vida, es complicado y muy arriesgado. En la película hay canciones de Juan Perro pero la mayoría de la música que suena es tradicional de la isla caribeña. “Ellos llevan tocando esa música 200 años, generación tras generación, y estar dentro y tener coherencia nos lleva a otra virtud de esta película: demuestra que nosotros sí podemos hacer algo, que podemos entrar dentro porque compartimos la lengua y el hecho de que todas esas músicas, de un modo u otro, están implicadas en nuestras tradiciones musicales, en toda la península, de norte a sur, desde Andalucía hasta Euskadi y desde Galicia hasta Levante”, asevera Auserón.
A la pregunta de por qué revivir el concepto de “Semilla del son” 30 años después, Auserón responde que para que él pudiera estar de una manera natural en un grupo de soneros, tuvo que interiorizar esa música. “Esa cubanización de mi manera de entender la música y de interpretar sin dejar de ser rockero es un proceso muy lento”, dice. “Pese a la proverbial disponibilidad y hospitalidad musical de los soneros cubanos, uno necesita tres décadas para aprender e interiorizar el laboratorio alucinante que es Cuba, porque están todos los matices que van de lo negro a lo blanco”.
Irene Elortza Gereño