"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Nacido en 1948 de la imaginación del novelista Kan Shimozawa, el personaje de Zato-Ichi fue adaptado por primera vez a la gran pantalla en 1962, con el rostro del actor, director, productor y cantante Shintaro Katsu, quien encarnó al samurái ciego en casi una treintena de filmes, en una identificación entre el actor y el personaje como pocas en la historia del séptimo arte. Ichi es un samurái (el distintivo Zato hace referencia a su profesión de masajista), pero, en cierto modo, también un yakuza solitario y errante, experto en fabricar molinetes de bambú y con su propio estilo de matar, mediante un filo oculto en el bastón. Tras la longeva serie cinematográfica, el personaje y Katsu dieron el salto a la pequeña pantalla en una serie televisiva de cuatro temporadas titulada Shin Zato-Ichi monogatari, producida entre 1974 y 1979, en la cual Teshigahara, apartado por aquel entonces del cine, realizó el penúltimo y último episodio de la serie, en la única ocasión en que éste abordó el género chambara. Gracias a Katsu, quien había trabajado en películas previas del director, Teshigahara fue contratado como realizador para la serie. En este sentido, la aportación del director al serial es sumamente atractiva y sugestiva. En el primer episodio, The Rainbow Journey, Zato-Ichi es deshonrado tras realizar un masaje a una mujer de la nobleza, con la que acaba manteniendo una fugaz pero intensa relación, en una bella y extraña secuencia muy bien filmada, erótica y sugerente a la vez, atenta a la sensualidad de los cuerpos progesivamente unidos del masajista y la mujer. Teshigahara despliega una puesta en escena que otorga primacía a los planos en teleobjetivo para captar el sudor de los rostros y la fisicidad de los gestos; a una fotografía de tonos ocres para los interiores, con un excelente juego de luces y sombras; a los paseos taciturnos y aislados de Zato-Ichi bajo la luz filtrada de las ramas, a las lluvias torrenciales, a una banda sonora de trazos tan líricos como inquietante, con los elementos de la naturaleza condicionando los estados anímicos del protagonista en imágenes de poderosa belleza melancólica. El último episodio, The Dream Journey, es un auténtico desvarío psicodélico altamente disfrutable y absurdo, acogido a un sinsentido visual y sonoro generalizado, dentro de un tono oscilante entre el sueño y la vigilia. El relato concatena una sucesión de sueños y pesadillas coloristas en las que el espadachín recupera la vista, pero pierde las facultades y los sentidos de los que dependía para defenderse de sus enemigos. En uno de ellos, suerte de pesadilla castradora, dos geishas lavan el cuerpo del protagonista en una sauna, mientras un hombre con senos de mujer intenta seducirle con mirada rijosa. Al palpar la entrepierna de uno de ellos, los hombres perturbados comienzan a perseguirle y Zato-Ichi sale disparado de la sauna, a cámara rápida, subiendo y bajando las escaleras de un estrecho pasillo hasta que termina lanzándose al vacío. Hilarante. El episodio concluye con tres enfrentamientos, destacando una escena de lucha contra un grupo de ronins en el que se cercenan diversas extremidades del cuerpo del espadachín. En 1989 Katsu dirigió para el cine su propia visión del personaje, film poco exhibido y que causó la desgracia del actor por un accidente con una espada real que costó la vida a uno de los figurantes. Takeshi Kitano filmó en 2003 su propia y singular versión y Junji Sakamoto hizo lo propio en 2010.
Pablo Fernández