1. Mosku, con K.
Nacer al borde de la frontera forja el carácter. En el caso de Fermín Muguruza (Irun, 1963), ha desarrollado además un espíritu combativo en el punto neurálgico de la izquierda independentista en la segunda ciudad de Gipuzkoa. El músico, cineasta y activista político vive en el barrio Ama Xantalen, conocido popularmente como Mosku. La plaza Urdanibia de Mosku es la particular plaza Roja de Irun. Para lo bueno y para lo malo la zona ha cambiado en los últimos años. Bastante. Ha sufrido varias transformaciones urbanísticas que la hacen más habitable, pero también ha perdido el brillo de aquellas noches que latían con fuerza en los años 80 y 90. Muguruza está en su salsa en Mosku. Es su símbolo revolucionario. Un vecino más que conoce a todo el mundo, saluda y sonríe.
2. Irrintzia calling.
Se ha contado muchas veces: el impacto de The Clash en el convulso País Vasco de la Transición fue gigantesco, convirtiéndose en la banda sonora de una nueva generación. Todas las crónicas sobre el rock radical vasco empiezan por el mismo sitio: velódromo de Anoeta, 2 de mayo de 1981. Fermín Muguruza acababa de cumplir dieciocho años. Se desplazó con sus amigos a San Sebastián y quedó profundamente impactado. Fue revelador. Punk, reggae y soflamas en la presentación en directo del elepé “Sandinista”. El show arrancó con un aurresku y justo después vino una incendiaria versión del “London Calling”. “Tras ese concierto histórico, ya nada fue igual”, escribió Muguruza en Facebook. El puntapié sonoro, contracultural y político de Kortatu llegaría dos años después: Clashtatu.
3. Gatito lindo.
“Zu atrapatu arte” fue uno de esos himnos generacionales de mediados de los 80. El artista irunés escupe la vertiginosa crónica social de la época, se desgañita: “Tú, maldito burgués / nunca vas a entender nada. / Para ti lo que ocurra en la calle / siempre son problemas de los demás”. El recrudecimiento de la violencia, la reconversión industrial y la plaga de la heroína modelaron su discurso a lo largo de los años. Con Negu Gorriak incluyó nuevos estilos (rap, hardcore) y se metió en varios charcos. El general de la Guardia Civil, Enrique Rodríguez Galindo, condenado a 71 años por el asesinato y detención ilegal de Lasa y Zabala, demandó al grupo por la canción “Ustelkeria”. Finalmente, los integrantes de Negu Gorriak salieron absueltos. Para la posteridad queda aquel “Agur Galindo, gatito lindo” del bertsolari Jon Maia.
4. Nuevo siglo, nuevas trabas.
Fermín Muguruza siempre ha ido de cara. Ha formado parte de distintas listas asociadas a la izquierda abertzale; con su grupo, Negu Gorriak, participó en 1990 en la multitudinaria marcha solidaria a la cárcel de Herrera de la Mancha; impulsó la plataforma Hitzegin en apoyo al diario Egin, clausurado en 1999; tras la llegada del "aznarismo" al poder fue vetado durante una década en Madrid, Andalucía, Murcia, Valencia… Manu Chao, con quien se fue de gira en 2003, salió en su defensa. Muguruza clamó entonces: “Llevo años afirmando que estoy en contra de la violencia de ETA, pero parece que no se me hace caso, que no se me quiere creer”.
5. Zubigilea.
En invierno de 2016 se sembró una pequeña semilla en Mosku, Irun. Se cosió un relato fragmentado y doloroso. Se tendieron puentes dinamitados. Eduardo Madina, exdiputado socialista y víctima de ETA, entrevistó a Fermín Muguruza en una charla que primero se recogió en la revista “Jot Down” y más tarde se convirtió en un cómic: “Zubigileak / Los puentes de Moscú”. En sus películas, Muguruza suele dar voz a los derrotados y las minorías. Como con su música, se asoma a la línea del frente y plasma lo que ve en Palestina, el Magreb, en la Nueva Orleans post-Katrina o en la misma frontera entre Irun y Hendaia, donde el color de la piel emerge como un factor de riesgo de mortalidad
Jon Pagola