"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un festival internacional de cine nunca sucede en aislamiento: las paredes de las salas son, también, cajas de resonancia que registran los temblores del mundo. Cuando se trata de un certamen que discurre bajo la sombra de una dictadura, como fue San Sebastián (que nació y creció durante veinticuatro años bajo el signo del franquismo), detectar los rastros de estos seísmos en su archivo demanda estrategias oblicuas y una mirada sensible a la más mínima alteración de una calma aparente.
El 26 de septiembre de 1973, Felipe de Ugarte, alcalde de San Sebastián, se dirige por carta a Fernando de Liñán, ministro de Información y Turismo, el organismo gubernamental del que dependía el certamen. Además de lamentar la oportunidad perdida de discutir algunas medidas de impulso turístico, el alcalde (franquista acérrimo y delegado del Festival desde sus inicios) se entretiene en una valoración de la última edición, celebrada entre el 15 y el 26 de septiembre. Tras destacar las ayudas recibidas y la calidad del programa, Ugarte lamenta que el ministro no pudiera disfrutar de la gala inaugural, brillante “pese al retraso de la ‘diva’”, en clara referencia a la aparatosa llegada de Elizabeth Taylor.
A continuación, el rastro de un temblor en sordina: “salvo el pequeño incidente argentino-chileno”, escribe el alcalde, “el Festival ha transcurrido tranquilo”.
No cabe duda de que estas palabras entre dientes remiten a los hechos acaecidos dos días antes durante la exhibición de la película argentina Juan Moreira, dirigida por Leonardo Favio, en el cine Astoria. Desde 1963, esta sala acogía segundos pases de las películas en competición a precio reducido, una tímida apertura respecto a las elitistas sesiones de gala del teatro Victoria Eugenia. En el escenario del Astoria, que cinco años antes vio cómo el estreno de Ama Lur (Nestor Basterretxea y Fernando Larruquert, 1968) se convertía en un acto de afirmación antifranquista, Favio evocó la memoria del presidente Salvador Allende, muerto tan solo unos días antes en el transcurso del golpe de Estado de Pinochet, del que se cumplen cincuenta años. Tras un minuto de silencio en pie, recuerda el cronista José Luis Tuduri, el público rompió en gritos a favor del presidente chileno, un episodio que fue por supuesto silenciado por el propio certamen y casi toda la prensa española. Pero la memoria es obstinada. En una entrevista realizada por Lucrecia Martel en 2012, Favio repasaba su relación con los festivales de cine. Ante la observación de Martel de que “usted tuvo la suerte de nunca tener que mandar una película a competir”, Favio evoca su paso por San Sebastián como la única vez en que había participado en una sección oficial. Y añade: “Me echaron como a un idiota”. “¿Por qué?”, le inquiere Martel. “Porque estaba Franco en ese momento”, responde Favio, “y a mí no se me ocurre mejor cosa que pedir un minuto de silencio por la muerte de Allende en Chile. Al otro día estaba con todas las valijas del otro lado de la frontera”.
Pablo La Parra Pérez