Nacido en Santiago de Chile, Felipe Gálvez (1983) visita por primera Donostia para presentar su ópera prima Los colonos, un western sobre un genocidio concreto que tuvo lugar durante la colonización de Chile. El film ha sido galardonado con el premio de la crítica internacional (FIPRESCI) en Cannes.
Su primera película ya llega con premio a San Sebastián y con prenominación a los Oscar…
Para mí ha sido toda una sorpresa. Hacía más de doce años que Chile no participaba en el certamen, por lo que ya me sentía premiado solo por formar parte de la programación del Festival. Recibir el premio ha sido una experiencia muy gratificante para mí y para el equipo, estamos muy contentos por estos reconocimientos.
¿Qué le ha llevado a rodar un film sobre la colonización y sobre un genocidio tan concreto de la historia de Chile?
Se me ocurrió mientras leía una noticia en el diario. Hace doce años, cuando empecé a hacer esta película, este genocidio no era tan conocido entre los chilenos. Nunca había oído hablar del genocidio de Los Selk’nam. De hecho, lo que cuenta la película no forma parte de la versión oficial de la historia de nuestro país. Curiosamente se ha empezado a hablar en los últimos seis-siete años y el Estado de Chile acaba de reconocer este genocidio hace un mes.
¿Qué le interesaba resaltar de este acontecimiento a través del cine?
Una de las perspectivas únicas que ofrece la película es la idea de que nosotros, los chilenos, fuimos colonizadores en nuestra propia tierra. ¿Cómo se forjan las identidades nacionales en los países recién formados? ¿Y por qué se repite el horror de la conquista, infligida, en este caso, por los chilenos? Hay pocos relatos sobre este periodo de la historia de Chile y me interesaba contarlo.
Y, ¿por qué escogió el western como género?
Me atraía la posibilidad de hacer un western, sobre todo, porque me apasionan. Me parecía importante utilizar precisamente este género por ser el único creado por el cine que servía como propaganda a las nuevas naciones, para mostrar que éramos países civilizados. Creo que, en ese sentido, el western también es cómplice de los genocidios porque, en mi opinión, se utilizó para propagar ese mensaje civilizatorio, para construir una imagen heroica del cowboy y también para construir la idea de que el indígena era el enemigo. Lo que sí que diferencia a Los colonos del resto de películas de este género es que la nuestra se hace a partir de aquellas escenas que se hubieran descartado en los westerns de los 50 o los 60. Como montador me parecía interesante trabajar el registro a partir de esas escenas “tabú”.
El deliberado uso de la violencia en la película es evidente. ¿Fue una elección premeditada?
Me parecía indispensable que la violencia estuviera presente, a pesar de no ser un elemento que me atraiga mucho en el cine. Sin embargo, siendo este un tema tan enterrado en nuestro país, me pregunté: ¿Cuántas veces voy a tener la oportunidad de hacer una película sobre un genocidio chileno? Me parecía una responsabilidad ética mostrar lo violento que había sido. Para mí hay una reflexión en la película, porque lo que finalmente resulta más violento en ella es la violencia verbal, la de la memoria, que nos permite recordar y ser conscientes de lo que pasó.
Entre los protagonistas se encuentra el prestigioso Alfredo Castro. ¿Tenía claro desde el principio que quería contar con él?
Fue mi motivación para sacar adelante este proyecto desde que empecé. Es una persona extremadamente generosa, que participa con muchos directores noveles. Además, en Chile creó la escuela La Memoria, para revisar nuestra historia y nuestra memoria a partir de diferentes proyectos artísticos. Es un referente a la hora de abordar cómo contar la historia de nuestro país.
María Aranda Olivares