LUPIN III: EL CASTILLO DE CAGLIOSTRO (1979)
Considerada como el punto de inflexión en su carrera como director artístico y animador junto a Isao Takahata en la configuración de series claves dentro del género, como Heidi o Marco, supuso el comienzo de una labor en solitario en la que vertería sus intereses particulares como autor. En ese aspecto, jugaba en un terreno seguro, ya que había contribuido a adaptar la serie en formato televisivo. Es la única película dentro de su filmografía que no pertenece al estudio Ghibli en sentido estricto.
NAUSICÄA EN EL VALLE DEL VIENTO (1982)
La primera que desarrolló de manera independiente a partir de un manga escrito por él mismo, por lo que sin duda se trata de la obra seminal de su carrera, en la que vertería todos los elementos que después le han caracterizado: sentido ecologista, artefactos voladores, heroínas independientes, estrato pacifista, espíritu aventurero y configuración de toda una mitología propia. Una obra fundamental para entenderlo en su forma primigenia a través de una distopía apocalíptica repleta de poesía y humanidad.
EL CASTILLO EN EL CIELO (1986)
Ahora sí, la primera película dentro del estudio Ghibli y digna sucesora de los logros alcanzados en su anterior largometraje fomentándolos a través de una imaginación desbordante y una exquisita elaboración formal. En ella nos adentramos en espacios legendarios al límite de la imaginación, como la isla de Laputa, un lugar mitológico que recupera la esencia de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, para darle un nuevo significado otorgándole una dimensión tan telúrica como romántica.
MI VECINO TOTORO (1988)
Su primer gran éxito a escala masiva: Totoro se convirtió en icono de la cultura popular. Es la que mejor entronca con el imaginario infantil, quizá porque está basada en sus propios recuerdos de pequeño al relatar el miedo a la muerte y el sentimiento de orfandad. Con su madre enferma en el hospital, una niña se traslada a un entorno rural con su padre y su hermana. Allí se despierta en ella un sentimiento de curiosidad por la naturaleza. El universo mágico remite a Alicia en el país de las maravillas.
PORCO ROSSO (1992)
Un encargo de la Japan Airlines que convirtió en una de sus obras más representativas. Pudo centrarse en la aviación de los años veinte, su gran pasión, y su amor por el cine de aventuras. Marco Porcellino, después de haber sido héroe en la Primera Guerra Mundial, es víctima de una maldición que lo convierte en cerdo y, a partir de ese momento, ejerce de cazarrecompensas. Es uno de los pocos personajes masculinos de su filmografía con una identidad propia: romanticismo y su espíritu inconformista.
LA PRINCESA MONONOKE (1997)
Cumbre de orfebrería estilística, más barroca que en otras ocasiones. Con ella accedió por primera vez al mercado norteamericano y es su película más visceral, cruda y sanguinaria. También supuso un hito para considerar la animación como un género noble, un arte elevado. Tanto a nivel artístico como técnico resulta una cima, tanto es así que el autor tardó 20 años en desarrollarla. Su carácter apocalíptico la entronca con Nausicäa, completándola y dándole una mayor espesura oscura, críptica y épica.
EL VIAJE DE CHIHIRO (2001)
El primer film de animación en ganar en un festival del calibre de Berlín. En él aparece lo mejor de su autor porque, más allá de sus interpretaciones conceptuales, funciona por su prodigiosa caligrafía, reinvención
narrativa constante, imaginación sin límites, creación de personajes icónicos (Yubaba, Haku, el bebé gigante, Sin Cara, el dios pestilente), su lirismo, emoción y corazón. Sus imágenes son acompañadas de una de las partituras más hermosas jamás compuestas por el maestro Joe Hisahishi.
EL CASTILLO AMBULANTE (2004)
Surgió en el máximo apogeo de su producción y generó u universo que incluso ahora sirve de reclamo de la marca de lujo Loewe en creaciones exclusivas. Explora temas como la vejez, que adquiere un carácter
fundamental constituyéndose casi como una obra crepuscular. Pero lo que en ella domina es la imaginación desbordante, un poco excesiva y rococó que se configura como el último gran despliegue del maestro de la animación en su máximo esplendor, por todo lo alto y haciendo exhibición a lo grande.
PONYO, EN EL ACANTILADO (2008)
Después de la ambiciosa aventura precedente, Miyakazi volvió a sus orígenes, al trazo más minimalista. Y, a veces, menos, es más. Daba igual las hazañas que el director hubiera conseguido, porque con Ponyo en el acantilado consiguió volver a enamorar al público infantil igual que al adulto. El trazo de la película es más elemental y artesano, y su núcleo argumental resulta menos abigarrado. El cineasta compone una preciosa fábula en torno a un relato infantil que bebe de la historia de La sirenita.
EL VIENTO SE LEVANTA (2013)
Quizás su película más autobiográfica y también la más alejada de la fantasía. Hasta el momento había sido su última película estrenada, pero surgió El niño y la garza… De modo que parecía la despedida definitiva del maestro. En ella quiso realizar un homenaje a uno de los genios de la aviación japoneses, el ingeniero Jiro Hirokoshi, pero en realidad, la película, de carácter histórico, no deja de ser una especie fabulación de estirpe rotundamente clásica alrededor de sus obsesiones más íntimas.
Beatriz Martínez