El director mexicano Juan Pablo González presenta Dos estaciones, su primer largo. La película fue seleccionada en WIP Latam 2021 y participó en Sundance, aunque ésta es la primera vez que el cineasta vive en primera persona la reacción del público. Confiesa que “fue increíble. La película tuvo una acogida muy calurosa, con un público muy entregado”.
Para González este proyecto significa volver a Atotonilco el Alto, Jalisco, la pequeña localidad mexicana en la que creció. No es la primera vez que escoge su pueblo natal para rodar: “Desde que me fui, he estado filmando allí en varias ocasiones. Para mí, esta especie de regreso ha sido interesante porque lo he vivido como un descubrimiento. Sin saberlo de antemano, me he dado cuenta de que este es el lugar que más conozco y donde mejor veo cómo me siento”. Además, afirma que “una de las cosas en las que más pienso al hacer cine es en la posibilidad de mostrar un México que va más allá de las representaciones convencionales, que se hacen siempre desde el centro, desde Ciudad de México”. De alguna manera, gracias a directores como él se consigue sacar el cine de esos centros culturales habituales y así hacer historias con índole más local.
Dos estaciones cuenta la historia de María, una heredera de una fábrica de tequila que intenta mantener su negocio a flote en un mercado dominado por corporaciones extranjeras. Su situación económica se deteriora y tendrá que lidiar con situaciones que, en ocasiones, están fuera de su control. Teresa Sánchez, consagrada intérprete mexicana, será la encargada de dar vida a este potente personaje. “Todos sabemos que es una actriz increíble. Para consolidar este papel trabajamos mucho con ella: La María del primer guion no tiene nada que ver con la que muestro en la película”. Añade que “siempre pensamos en un personaje que fuera duro, tal y como es María, sin perder esa fragilidad que gira en torno a ella”. Para el director también era importante conseguir representar a esa generación que confiaba en que trabajando duro todo acababa saliendo bien: “Ahora somos conscientes de que el mundo está lleno de estructuras que son infranqueables, inquebrantables”.
La elección de basar la trama en ese personaje fueron dos: “Una de ellas era su edad, una mujer nacida en la década de los 50-60. La otra era el hecho de que hubiera heredado esa fábrica y que ella misma se convirtiera en el vínculo entre una generación que fue la de mi abuelo, que hacía tequila de una manera totalmente artesanal, y la generación de después, que introdujo la maquinaria”. Al fin y al cabo, la protagonista pertenece a una generación muy importante, la del boom del tequila, que se encargó de llevarlo al mundo entero: “Me interesaba mucho ahondar en esos comerciantes que salían de sus pueblos para hacer negocios en París o Nueva York. Me di cuenta de que se enfrentaron a un mundo totalmente diferente al suyo”.
Otro de los personajes clave de la trama es Tatin, mediante la cual el director introduce la identidad queer. “Me llamaba mucho la atención su vida. En su vida real, vive en una ranchería, como decimos aquí, que es como llamamos a las poblaciones pequeñas, y tiene un salón de belleza muy exitoso. Entre los dos, empezamos a trabajar en una especie de documental de su vida”. Sin embargo, poco a poco, ese documental fue “integrándose a Dos estaciones. Me interesaba que María tuviera una relación cercana a otro personaje para mostrar ese intento, en ese momento tan frágil de su vida, de acercarse a alguien y la imposibilidad de generar esa conexión”.
Sobre las pinceladas documentales del film confiesa que “no puedo pensar en mi cine sin paisaje, quizás porque fue muy importante para mí. El paisaje es una condición que construye a la gente, es muy importante para la construcción de la identidad de un pueblo”.
M.A