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Forever parte de un caso real que el director danés Frelle Petersen conoció personalmente, aunque no sufriera el trauma de manera directa. Una amiga suya había perdido a su hijo y cuando le preguntó qué tal se sentía y cómo llevaba esa pérdida, sintió en ella la dificultad para expresarse al respecto. “Existe un gran tabú para hablar de la muerte de alguien joven”, explicaba ayer Petersen en San Sebastián.
A partir de la citada experiencia, Petersen comenzó a preguntarse: ¿Cómo sigue la vida después de una pérdida tan terrible? ¿Cómo gestionan estas personas su dolor posteriormente? “Mi película tiene que ver con los distintos procesos de dolor. Es algo que todos vamos a experimentar en un momento dado. Yo he perdido a mis abuelos, a gente cercana, aunque personas mayores, nunca a alguien joven. Es diferente. Me resulta muy difícil de imaginar”.
El director y guionista investigó mucho estas realidades, habló con muchas familias que habían pasado por esto y así comenzó a construir una historia que muestra con suma contención, sin grandes explosiones emocionales. Hay distintas maneras de procesar el dolor entre los personajes de Forever pero, dentro de la cotidianeidad de cada cual, lo hacen en duelos silenciosos. De hecho, el director aplica una elipsis en la muerte del hijo; una muerte de la que los espectadores no sabemos nada, ni cuándo ni cómo se produce, y pasamos inmediatamente de la vida cotidiana de la familia con el hijo entre ellos, a la vida cotidiana de esa misma familia con el hijo ya ausente. La muerte en sí y la reacción de los familiares son evitadas.
“Es algo de lo que hablé mucho con mi productor”, explicó Petersen, “pero siempre tuve claro que debía ser así. Sé que es una elipsis arriesgada, pero si mostrara la muerte o su causa, sería algo demasiado específico de esta familia en concreto. Yo quería que fuera más universal para conectar mejor con todo el público”. La actriz Jette Sondergaard, que interpreta a la hermana del personaje fallecido, reforzaba esta decisión: “Algo que me gustó mucho de este guion es que no se contase la causa de la muerte, y que así más personas se identifiquen con la historia”.
Para Sondergaard, una de las claves del film está en su escena final, con los personajes montados en una montaña rusa. “Es que la película es una especie de montaña rusa emocional. También para los actores y actrices. No ha sido fácil navegar por todas estas emociones, pero Frelle nos ayudó mucho, tenía muy clara su visión y cómo debíamos trabajar”.
Por eso el film no ofrece resoluciones, ni compensaciones, ni finales felices. Solamente la vida con vocación de naturalidad, las acciones convencionales de cada día, los trabajos que desempeñan, las reuniones con sus amigos, las comidas familiares… Y los rostros y gestos de los afectados asimilando el duelo. “El final queda abierto. También quiero invitar al público a que forme parte de la película, que se impliquen en lo que puede suceder después”, concluía el realizador danés.
Gonzalo García Chasco