La pandemia fue el impulso que Eduardo Viéitez, director y realizador y ahora CEO de la empresa que asesora al Festival para reducir la huella de carbono, aprovechó para fundar Creast, sin sede física y con 30 trabajadores que viven en distintos países. La covid-19 nos hizo ver a todos que se puede funcionar y producir sin tanto impacto para el planeta. “Hay un antes y un después”, afirma contundente Viéitez, que nos recibe junto con Yolanda Costas, responsable de subvenciones y sostenibilidad para cine de Creast.
Eduardo Viéitez: Yo vengo de la publicidad de campañas internacionales y siempre me llamó la atención el derroche de medios que hay en los rodajes, un montón de personas en business class, hoteles de cinco estrellas, comida que sobra, una superproducción tras otra… pero realmente hice el click cuando rodamos un cortometraje en Siria y estábamos con ese nivel de lujo al lado de un campo de refugiados. Supe que tenía que actuar. Aprovechando el parón de la pandemia, montamos Creast.
¿Cómo llega el Zinemaldia a contactar con ustedes?
E.V.: Fue después de la gala de los Goya, donde nuestro trabajo tuvo bastante repercusión. El Festival de San Sebastián se acercó y tuvimos el honor de que les gustara nuestra metodología.
¿Cómo funciona su día a día aquí?
Yolanda Costas: Empezamos a trabajar el pasado mes de abril porque lo que va a tener impacto positivo es lo que el Festival planifique y contrate para conseguir la reducción deseada.
E.V.: Hay que hablar con todos los proveedores, analizar todo lo que ocurre en el Festival con antelación… Es un proceso muy largo. Aquí, estos días lo que hacemos nosotros dos es coger evidencias de contaminación lumínica, sonora…
Y.C.: Tenemos un luxómetro que usaremos esta noche y un sonómetro para la contaminación sonora. De día hemos tomado evidencias audiovisuales de los gráficos, alfombra roja, la distribución y stands de los patrocinadores…
E.V.: Lo importante es tener el detalle de todo lo que ocurre, que no se te escape nada, ningún material puede quedar sin contabilizar.
¿Y luego, como se procesan esos datos?
Y.C.: Es importante recalcar que somos una empresa tecnológica. A nivel presencial, en los festivales y producciones, nosotros vamos a tomar evidencia de lo que está pasando y luego es nuestra tecnología, un software propio, quien traduce e interpreta de forma automática. No es un modelo convencional de consultora. Sabemos que se estima una reducción de 62 toneladas de CO2eq ya solo en esta edición.
E.V.: Es una predicción y nuestro trabajo se notará realmente el año que viene. La experiencia nos dice que al final se reduce mucho más. El problema de no medir rigurosamente es que haces muchas cosas bien sin saberlo. Que no se impriman catálogos este año, ¿qué impacto tiene? Hay que calcularlo.
Su labor como empresa está ligada a una concienciación global...
E.V.: Que el Festival comunique el impacto que tienen las buenas prácticas que está implementando llega a toda España. Es súper importante a nivel divulgativo.
Y.C.: Que se vea que sí se puede reutilizar una alfombra roja genera un movimiento de normalización que es muy importante.
E.V.: Y no nos olvidamos de la riqueza que genera el Festival ni de todas las familias que pueden vivir de él, no puedes acabar con eso. Es un balance.
¿A su parecer, la administración está haciendo suficiente?
E.V.: Estuvimos en la mesa de expertos del ICAA. Gracias a todos lo que estábamos ahí se empezó a implementar la medición de la huella de carbono en las producciones.
Y.C.: Yo creo que España está bastante avanzada respecto a otros países gracias a la actuación gubernamental.
¿Qué área del SSIFF es su interlocutor?
Y.C.: Está centralizado en Amaia Serrulla, que lidera el Proyecto de Sostenibilidad. Es una apuesta importante de parte del Festival, dada su juventud.
E.V.: Lo está haciendo muy bien. Me sorprende que una sola persona sea capaz de implementar estos nuevos procesos. Es una diferencia respecto a otros festivales, que no cuentan con esa figura.
Marc Barceló