"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director cubano de Vicenta B., Carlos Lechuga, creció rodeado de mujeres y “fantasmas. Cuando era pequeño, mi padre se fue y me quedé solo con mi abuela y mi madre”. Los fantasmas de los que hablan tienen que ver con el don que tenía su abuela “de leer el futuro con las cartas. Hablaba con los muertos y limpiaba espíritus”. De esos recuerdos de la infancia nace Vicenta B., tercer largo del cineasta, que llega a Donostia tras pasar por el Festival de Toronto y recibir el premio EGEDA de WIP Latam en 2021.
Lechuga cuenta cómo por su casa pasaban todas las vecinas del pueblo a visitar a su abuela, un mundo mágico que “contrastaba con la dura realidad que existía fuera de esas paredes”. Una de las motivaciones
del cineasta era retratar esa “contradicción: la de una mujer que vive en su zona de confort y que ve cómo su rutina y cotidianidad se ve afectada cuando su hijo decide iniciar su propio viaje lejos de casa”.
Temas como la crisis de fe o los conflictos familiares predominan en el cine del primer mundo. Sin embargo, con las mujeres de los países menos privilegiados, las mujeres mestizas, negras, se suelen mostrar
sus conflictos amorosos o sociales. “En nuestro cine son casi siempre bailarinas, prostitutas, o gente marginal, pero, ¿qué pasa cuando una mujer negra o pobre tiene una crisis existencial?”, añade Lechuga. Ese fue el motivo por el cuál el director quiso “hacerle un homenaje a mi abuela, por un lado, y a la mujer mestiza negra, pero dándole esta vez otra voz”.
En la película, se retrata una Habana vacía, en la que nos encontramos “madres y abuelas solas, como en aquellas historias de guerra donde los hijos se iban a la guerra. La guerra que se vive en Cuba es en forma de emigración: todo el mundo parte en busca de un futuro mejor”, comenta el director. En el film, la protagonista vive tranquila con su hijo, hasta que éste decide irse del país y todo comienza a desmoronarse. Inmersa en una crisis, Vicenta parte en un viaje al interior de un país donde todos parecen haber perdido la fe.
El escritor y cineasta cuenta con una larga trayectoria a sus espaldas. Sus cortometrajes han sido premiados en Cuba y en el extranjero. Su ópera prima Melaza se estrenó en Rotterdam y recibió un amplio reconocimiento de la crítica. Su segundo largometraje, Santa y Andrés, arrancó su recorrido de festivales en Toronto y San Sebastián, suscitando un prolongado debate en su país, donde fue oficialmente censurado. Aunque hasta hoy nunca ha sido exhibido públicamente en la isla, la película es considerada un hito para el cine independiente cubano. En 2020 fue publicada su primera novela “En brazos de la mujer casada” y, más recientemente, en 2022, “Ni Santa ni Andrés”, que escribió junto con Adriana Normand.
Lechuga confiesa que “me gusta pensar que esta película es diferente y que ayudará a darle voz a seres humanos que son y han sido marginados por una mayoría que se cree portadora de definir lo que debe ser
y cómo debe ser... Esta es una carga que venimos arrastrando desde la esclavitud y, por eso, esta película no habla solo de mi familia, sino de todo un país que tiene una relación muy peculiar con la libertad y la fe a lo largo de su historia”.
María Aranda