Siempre se ha dicho que hay que conocer la historia para no repetir los mismos errores en el presente. Foudre es un recordatorio de ello, no porque narre algún acontecimiento histórico relevante, sino porque muestra que las creencias y los prejuicios pueden ser un problema atemporal. Es curioso que una historia que tiene lugar en el año 1900 pueda recordarnos que tenemos todavía problemas similares sin solucionar en la actualidad.
Al cumplir doce años, los padres de Elisabeth, la protagonista, la envían a un convento. Cinco años más tarde, está preparada para hacer sus votos. La película comienza cuando recibe una noticia inesperada: su hermana mayor ha fallecido y los padres la reclaman en casa para que asuma el rol y las tareas de su hermana. Volver a esa remota comunidad católica en la montaña implica recuperar las inquietudes y hábitos que pensaba que había dejado atrás. A su llegada, el misterio alrededor de la muerte de su hermana mayor empieza a inquietarla. Nadie parece querer hablar de ello y los pocos que hablan lo hacen relacionando a su hermana con el diablo y el mal. Para Elisabeth, que sabe que su hermana era amor y libertad, nada de esto tiene sentido. En el camino para averiguar qué ha ocurrido, Elisabeth descubre que los prejuicios y las creencias pueden provocar un mal mayor que el que pretenden evitar y empieza a seguir los pasos de su hermana.
Foudre es el primer largometraje de la directora Carmen Jaquier (Suiza, 1985). El salto del cortometraje a este formato era necesario para contar esta historia incómoda pero real y, todavía, sorprendentemente actual. Por eso era importante contarla. Según Jaquier: “Desgraciadamente, vivimos en ciclos y hay problemas que no llegan a encontrar soluciones reales. Hay movimiento de cambio, se intenta y parece que se consiguen resultados, pero al final el cambio es muy pequeño, como ocurrió con el ‘Me Too’, que algo se consiguió, pero todavía es una asignatura pendiente. Me siento afortunada de vivir en esta época, pero no hay que acomodarse, debemos luchar todavía, unirnos y ser más fuertes”.
La cineasta de Ginebra se muestra entusiasmada con que su película compita en la sección New Directors, ya que reconoce que es una sección en la que el interés no está en si la realización de la película es o no perfecta, sino en la forma en la que experimentan las nuevas generaciones la voz y el poder para expresar las ideas. Sin embargo, también admite que el largometraje es un formato que no le ha permitido experimentar tanto como en los cortometrajes que ha realizado a lo largo de su carrera. “Con este proyecto he puesto a prueba mi resistencia. En los largometrajes no ves tan claramente el final, el punto al que quieres llegar se ve muy lejano, pero he estado rodeada de un equipo extraordinario que me ha dado fuerza. Para mí era importante que se entendiera de principio a fin por los problemas que está pasando Elisabeth en la película, que se comprendieran”.
La pandemia no puso fácil esta tarea. A las dos semanas de seleccionar a la actriz protagonista, Lilith Grasmug, confinaron a todo el país y solo pudieron reunirse por videollamada. La directora y actriz principal se llamaban con frecuencia y hablaban del personaje, Elisabeth, y de su hermana, porque era importante que la actriz se metiera en el personaje e interiorizara el vínculo tan grande que tienen en la ficción las dos hermanas. De esas llamadas surgieron escritos en un diario, ilustraciones, poemas y, después, cuando pudieron salir y empezar con la grabación, excursiones al bosque donde iba a rodarse la película. El resultado de todo este proceso se puede ver en la película, donde no hacen falta diálogos para saber qué piensa o siente la joven. “Para mí era importante compartir la intimidad en todos los aspectos. La intimidad de Elisabeth, pero también esa intimidad que crece entre hermanas o, también, con otras personas. Hay muchos momentos de intimidad en la película que significan mucho más de lo que se ve a simple vista”.
Aunque el bosque y las montañas de Suiza donde discurre la película parezcan un protagonista más de mla trama, la intención de la directora no era que lo fuesen; en ningún momento quiso fotogramas de postal. Su intención era mostrarlo como era en esa época: un lugar cruel y también peligroso donde ocurren accidentes, donde la gente moría. “En esa época lo habitual no era disfrutar de la naturaleza, la gente trabajaba en esa tierra o hacía pesados desplazamientos a pie”. En su trabajo juega con los matices y colores más que en enfocar el paisaje. En ocasiones ese escenario duro también ayudaba a comunicar. “Grabábamos planos con una lente que mostraba la inmensidad de las montañas en comparación con el tamaño de Elisabeth. Esto me permitía reflejar el sentimiento de la magnitud de los problemas que la asfixian allí”.
Hoy se estrena esta película que ya ha obtenido aplausos en el Festival de Toronto, donde se proyectó por primera vez ante una gran audiencia. Esto ha impresionado a Jaquier, pero es consciente de que en cada Festival el público es diferente y tiene curiosidad por ver la respuesta de la audiencia de San Sebastián. “Esta película no la he escrito para lanzar un mensaje. Creo que las emociones generan reflexión y esa es la conversación que puede comenzar una vez que termine la película. En la vida hay cosas que nos gustan y cosas que no, pero las personas siempre deberíamos estar abiertas a aceptar lo que es diferente”.
Iratxe Martínez