"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
De sobra es conocido el origen de Manicomio (Fernando Fernán-Gómez y Luis María Delgado, 1954): tras una década dedicado a la interpretación, Fernán-Gómez había chocado con los límites que marcaba un cine como el español, tan atenazado por la censura, tan limitado por el tercermundismo industrial. La dirección le ofrecía mayor autonomía creativa y, a fin de cuentas, no era un terreno del todo desconocido: como actor ya había asistido al rodaje de medio centenar de títulos y desde hacía tiempo, esperando descubrir los secretos ocultos de la dirección, acudía a las salas armado de cuaderno donde diseccionar cuanta película se le pusiera a tiro.
El azar hizo el resto: embarcado en el rodaje de Aeropuerto (Luis Lucia, 1954), se encuentra cumpliendo labores de ayudantía a un viejo amigo que también se lo estaba pensando, Luis María Delgado, cuando la producción sufre un inesperado parón por un quítame allá esas partidas. La ocasión la pintan calva: la productora Cifesa no ve problema en que el dueto emplee los decorados levantados en los estudios Roptence mientras la película siga paralizada y Fernán-Gómez saca del cajón un libreto que había presentado al concurso del Sindicato Nacional del Espectáculo. Los dos amigos buscan algo de dinero, tiran de agenda y en apenas un par de días se lanzan a rodar con un presupuesto ínfimo.
La película es el viaje a la demencia que afronta su protagonista (el propio Fernán-Gómez) durante la visita a un frenopático donde los loqueros le desvelarán historias de varios internos. La cita shakespeariana que abre el guion (“Señor, danos una brizna de locura que nos libre de la necedad”) parece dar pie a los reputados referentes en los que se basan los diferentes episodios. Dos de ellos vienen firmados por literatos rusos, Alexander Kuprin y Leonid Andréiev, un tercero por Edgar Allan Poe. Sin embargo, el auténtico festín es el de Ramón Gómez de la Serna, padre de ese humorismo de vanguardia que había cobrado fuerza en años de la República y que tras la guerra se conservaba en las páginas de la revista La Codorniz. Su relato “La mona de imitación” cuenta el drama de un hombre que asesina a su mujer irritado por verla repetir como tal todas y cada una de sus palabras, una historia que trasluce esa ligazón entre vanguardia y humor castizo que tanto había frecuentado su amigo Edgar Neville y que el propio Fernán-Gómez habría podido volver a transitar si hubiera conseguido levantar la prevista adaptación de Tú y yo somos tres de su descubridor teatral, Enrique Jardiel Poncela, en lugar de El malvado Carabel (1956), otra de Wenceslao Fernández Flórez que lo abocó a la búsqueda de lo que a esas alturas quedara del neorrealismo.
En el tramo final de Manicomio, cuando todo vira en pesadilla expresionista, se cuelan dos apariciones inesperadas: la de Alfredo Marqueríe, crítico teatral y jardielista confeso, convertido en loco con la manía de ser una aceituna que persigue a los comensales tenedor en mano al grito de “Píncheme, píncheme”, y la de Camilo José Cela, compañero de tertulia del Gijón, encarnado en majara que se cree mulo y cocea en cuanto encuentra ocasión.
Conociendo la mecánica del cine español de la época, huelga decir que de poco sirvió Manicomio a sus directores: condenada a un estreno pírrico, quedó relegada inmediatamente a una clandestinidad que se ha extendido durante casi siete décadas, cuando por fin encuentra su sitio gracias a este rescate de Filmoteca Española en el centenario del nacimiento de Fernán- Gómez.
Aguilar Y Cabrerizo