La paternidad es un tema que siempre le ha interesado a Lorenzo Vigas, director de La caja. Un tema que aparece en toda su obra, que empieza en 2004 con el estreno de su primer cortometraje, Los elefantes nunca olvidan, en la Semana de la Crítica de Cannes. En 2015 dirigió su primer largometraje, Desde allá, con el que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. Posteriormente participó en Horizontes Latinos en San Sebastián, donde su protagonista, Luis Silva, obtuvo una mención especial. En 2016 dirigió el documental El vendedor de orquídeas, alrededor de la figura de su padre, el pintor Oswaldo Vigas. Desde Venecia llega La caja, film con el que termina una trilogía dedicada a la figura paterna. “Cierra un capítulo en mi carrera muy importante para mí. En esta película, tuve esa necesidad de explorar las consecuencias de la orfandad. Por qué tengo esta necesidad es bastante inexplicable; tuve una relación muy cercana con mi padre, por lo que no viene de algo personal”, a lo que concluye que “creo que conecté con el significado de padre, a nivel de arquetipo en Latinoamérica. Son esas cosas irracionales las que hacen que uno, sin saber por qué, se atrape en algo. A mí, este tema me absorbió y me obligó a hacer estas películas”.
En ella, Vigas cuenta la historia de Hatzin, un adolescente de Ciudad de México que viaja para recoger los restos de su padre, que se encuentran en una fosa común. En el trayecto se cruza con un hombre que tiene un gran parecido físico con su padre y comienza su anhelo por convertirlo en su verdadero padre. “Lo importante para mí era este niño desesperado por conseguir un padre y representar lo que estaba dispuesto a hacer por tener esa figura paterna”. Después, empezaron a entrar otros temas: “El trabajo en la fábrica o las mujeres que desaparecen en México, los fuimos incluyendo después de forma natural, cuando decidí que iba a filmar en el norte, en Chihuahua, porque son realidades de ese Estado. Creo que estos temas funcionan para La caja porque todos tienen que ver con la identidad: ¿Cuál es la identidad de la chica que desaparece?, ¿de quién son esos huesos enterrados?; al fin y al cabo, la película trata de un niño buscando una identidad dentro de un país que también está buscando su propia identidad”. Tal y como se entre lee, la localización era un tema que para el realizador venezolano tenía un peso importante: “Tuve una intuición estética; cuando conocí Chihuahua me quedé impresionado por la belleza del lugar, es muy agreste. Sabía que las emociones dentro de los personajes iban a ser muy oscuras y por eso el exterior debía ser muy bello; para compensar un poco la oscuridad con la belleza del entorno. Para mí Chihuahua es uno de los sitios más bellos del mundo”.
Sobre cómo surgió el tema concreto de La caja, el director confiesa que “de una noticia en la tele: familiares que iban a recoger a sus parientes a una fosa común. En cuanto vi esa escena tuve la idea de un niño
que iba a buscar a su padre y el resto de la historia de Hatzin. Es tan dura la realidad en México que no tienes que hacer gran cosa para descubrir historias atroces”. Esto ocurrió hace años y ese guion “lo dejé de lado. Hice Desde allá, mi película anterior, y luego lo recuperé junto con Paula Markovitch, con quien terminé el guion”. Fue un reto encontrar al protagonista de la película, a ese niño: “Vimos cientos de colegios. Tenía claro que quería trabajar con Hernán Mendoza, ya que me gusta combinar actores solidos con no actores. Seguramente porque esta experiencia me fue muy bien en mi película anterior y tenía ganas de repetir. Además, Hatzin, el niño que interpreta al personaje con su mismo nombre, tenía una experiencia muy dolorosa con su propio padre y eso ayudó a enriquecer el personaje”.
El director confiesa que sintió la presión del León de Oro que le brindó su primer largo: “Recibir un galardón tan importante tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Yo mismo me presioné sin que la gente esperara nada de mí. Quería hacer la película lo mejor posible y, gracias a ello, a esa presión, creo que he subido un escalón en la calidad de mi cine. Decidí, además, filmar en 35mm, que hoy en día es raro”. Una vez estrenada la película, dice sentirse “muy aliviado. El estreno en Venecia me quitó ese peso de encima, una caja muy pesada que traía conmigo desde hacía mucho tiempo”. Sobre la reacción ante el film en México confiesa que “tengo mucha curiosidad. Es un tema muy sensible de la realidad mexicana”.
María Aranda