Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo habría sido nuestra vida si una decisión la hubiésemos tomado de forma diferente. Este ejercicio lo ha hecho Juan Sebastián Mesa (Medellín, 1989) en su segundo largometraje. El director colombiano dejó el pueblo cafetero donde viven sus padres para ir a la ciudad. Pero ¿cómo habría sido su vida si se hubiera quedado? La respuesta la podemos ver en La roya, proyecto que fue seleccionado hace un año en WIP Latam en el Festival de San Sebastián y que ahora opta al premio Kutxabank-New Directors.
¿Cómo ha sido el proceso desde WIP Latam hasta el día de hoy?
No pude venir a WIP Latam por la pandemia, pero fue muy interesante ver los comentarios de la gente. Después vino un trabajo duro de montaje, donde tienes que dejar ir escenas, cortar otras… Es un trabajo duro pero necesario.
¿La pandemia ha afectado de alguna forma al rodaje?
Hay una escena que nos faltaba rodar porque estábamos esperando a que floreciera un árbol, el guayacana amarillo. Florece una vez al año, teníamos un campesino que nos mandaba fotos cada semana y justo floreció en la pandemia, cuando estábamos encerrados. Tuvimos que esperar casi un año más para poder grabar esa escena.
Entiendo la importancia, porque el paisaje en La roya es un protagonista más. Los escenarios son impresionantes.
Mis padres viven en un pueblo cafetero y es un lugar al que yo voy frecuentemente. Se rodó en el sudoeste de Antioquia, que es una zona montañosa de la cordillera de los Andes. Era muy importante mostrar las peripecias que tienen que pasar los campesinos para sacar sus productos. La lluvia, los derrumbes, el barro… Hay una lucha contra los elementos todo el tiempo, y al grabar lo vivimos en primera persona.
El protagonista, Jorge, duda entre ir a la ciudad como sus amigos o quedarse en el campo. ¿Le ocurrió a usted?
Es una pregunta que me hice yo mismo: “¿Cómo habría sido mi vida si me hubiera quedado en el campo en vez de haberme ido a la ciudad?”. Entonces comencé a entrevistar a gente, sobre todo jóvenes que se habían quedado en el campo. Para saber por qué habían decidido quedarse. Me interesaba conocer las vidas de ambos mundos; al que siento que pertenezco, que es la ciudad, y de donde vienen mis raíces, el campo.
¿Hubo algún desafío a la hora de dirigir? ¿Algún aprendizaje del primer largometraje al segundo?
Son películas muy diferentes, pero creo que tienen procesos internos similares. Ambos tenían actores no profesionales y la forma de trabajar con los actores fue similar. El casting para La roya fue larguísimo, nos llevó ocho meses encontrar al personaje principal. Buscábamos un campesino joven y eso ya es una especie en extinción. Fue muy difícil encontrar un campesino de esa edad que además quisiera actuar. Convencer a Juan Daniel Ortíz fue dificilísimo.
¿Cómo preparó las escenas con el personaje?
Daniel parecía un actor profesional, yo le daba una indicación, él la memorizaba y la hacía igual todas las veces, parecía un actor con método. Pero creo que está relacionado con su trabajo. Él coge café y coger café es un proceso muy repetitivo. Para él era muy natural repetir. Tuve suerte con él, aunque aun así también requirió un proceso de preparación, de ejercicios de respiración… También le explicaba para qué funcionaba todo en el set, para que él entendiera qué estaba pasando y estuviera tranquilo.
¿Daniel ha visto la película?
No ha podido venir al Festival por tema de pasaporte. Ni siquiera los productores han podido venir. Haremos un estreno en Colombia y ahí la verá. Iremos con todo el elenco. La verdad es que me gustaría ver la película solo mirándolo a él para ver cómo reacciona.
¿En qué proyecto está ahora?
Estoy trabajando en un nuevo proyecto que es, también, una coproducción con Francia. Se trata de una historia entre Medellín y Nueva York. Es un largometraje. Me gusta el largo, aunque el corto puede ser un desafío mayor porque tienes que contar una historia que funcione en muy poco tiempo. Es un reto enorme. Pero cada historia te dice la duración
que necesita.
¿Tiene algún método en concreto para dirigir, algún referente?
Me gusta mucho plantear las escenas como objetivos. No darle el guion al actor, sino darle un objetivo. Si le das un texto a un actor no profesional, él trata de memorizarlo, y entonces hace un ejercicio racional de memoria y se bloquea. “¿Cómo era? ¿Qué sigue?”. Es mejor decirles: “Tu objetivo emocional en esta escena es enfadarte con ella y tu objetivo de acción es tomarte este café”. Así, deuna forma más cotidiana, les transmites cómo es la escena. Me gusta mucho trabajar con actores no profesionales porque es alucinante cómo hablan sus cuerpos. Hay ciertos personajes que necesitan esa comunicación no verbal.
¿Qué espera que se lleven los espectadores cuando vean La roya?
Yo querría lograr que sientan la humanidad del personaje, la conexión con el campo, con este personaje particular. Cuando el día de mañana tomen un café, me gustaría que recuerden la historia que hay detrás.
Iratxe Martínez