"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Desde hace veinte años, es habitual considerar al cine coreano como una cinematografía potente y creativa y se habla de una “nueva ola” que le dio una proyección internacional que nunca había tenido en toda su historia. Pero ¿qué sucedió antes de que hicieran su aparición cineastas como Bong Joon-ho o Park Chan-wook? Pues bien, ellos mismos han reconocido su deuda con los directores que les precedieron, los “clásicos” del cine coreano. Porque también existió una “edad de oro” para el cine de Corea del Sur, un período que se inicia justo después del armisticio que puso fin a la guerra civil y la traumática división del país. Esta etapa de fecunda producción cinematográfica es coetánea de otra época de esplendor en Asia, la del cine japonés, pero la coreana nunca llegó a ser tan conocida en el mundo occidental. Era un cinede consumo local que apenas se vio fuera de sus fronteras, pero en el que se forjaron una serie de cineastas que hoy merece una reivindicación.
El ciclo Flores en el infierno: La edad de oro del cine coreano reúne algunos de los más emblemáticos títulos producidos en Corea en las décadas de 1950 y 1960. Hay que tener en cuenta que estas gemas surgen en un contexto especialmente duro, en un país asolado por una cruenta guerra y marcado por la pobreza, el hambre y la miseria. Quizá por ello sea un cine de historias tristes y registro melodramático, pero que adaptaba ese concreto
entorno social a las convenciones del cine de género que llegaba de Hollywood: el espectador que se acerque a este ciclo descubrirá variaciones locales del cine negro (Black Hair, The Flower in Hell), el thriller (The Housemaid), el cine juvenil (The Barefooted Young), la comedia familiar (Romantic Papa), el melodrama de ambiente melancólico (Mist), un drama con incipiente reivindicación feminista (A Woman Judge) o incluso la peculiar variación que adoptó el western gracias a las películas que narraban la lucha de heroicos coreanos contra el invasor japonés (Farewell Duman River). Otras películas, en cambio, denotaban la influencia del cine europeo, especialmente del neorrealismo, algo lógico si pensamos que este movimiento también surgió en Italia después de una guerra. Ahora bien, la férrea censura del gobierno no permitió que las cosas se mostraran con demasiada crudeza y prefirió un acercamiento más esperanzador y amable, como demuestra el film A Coachman, la primera película coreana en ser reconocida en un festival internacional (Oso de Plata en el Festival de Berlín). Pero también surgió en esos años un título tan audaz y desesperado como Aimless Bullet, posiblemente el testimonio más veraz y crudo de lo que suponía la vida en aquella época para el ciudadano de a pie. Es un cine que afronta el exceso sin complejos, que expresa sentimientos a flor de piel y describe situaciones extremas, como en cierta manera sigue haciendo mucho cine coreano actual. Y es que no puede existir una nueva ola sin un período clásico que la preceda, por lo que para entender a la primera siempre es necesario conocer el segundo.
Roberto Cueto