"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El eslovaco Peter Kerekes estrenó el pasado domingo Cenzorka / 107 Mothers en Tabakalera, después de pasar por Orizzonti del Festival de Venecia. El film, ubicado en Ucrania, es un retrato híbrido sobre la dureza de la maternidad en la cárcel.
Sus películas anteriores son documentales y en esta no queda claro del todo qué partes están ficcionadas. ¿De dónde parte el proyecto y por qué decidieron abordarlo de esta forma?
El proyecto se concibió y se empezó a producir como documental. Las historias eran tan poderosas que tuvimos la necesidad de poder mostrarlas, no solo escucharlas. La cárcel no se puede ‘entender’. Tienes que sentirla. Así que decidimos hacer mutar el proyecto hacia la ficción, pero aún contando con las internas que habíamos entrevistado como personajes. Todas las mujeres son presas reales menos la protagonista, los niños y la madre de la trabajadora penitenciaria.
En el terreno narrativo, el film combina tres líneas: la madre, la trabajadora de la prisión y el retrato colectivo de las internas.
Fue muy difícil construir la película durante la edición. Teníamos material para tres películas. La cuestión fundamental era cómo encontrar el equilibrio entre esas tres líneas. En poco tiempo tuvimos el primer corte de dos horas, pero después nos pasamos todo un año afinando: más presencia de los niños, menos, más de la madre, menos… Fue como hacer un vino.
La película retrata un mundo de mujeres y la maternidad a través de distintas generaciones. Los hombres solo están presentes como voces que leen las cartas que reciben las presas.
Sabíamos que sería una película exclusivamente de mujeres. Lo que vemos es como las mujeres se relacionan entre ellas… Sobre todo, desde la comunicación no verbal. Creo que en la película conseguimos momentos de silencio muy bellos entre las mujeres. Yo siempre he querido entender el mundo femenino; esta fue una perfecta oportunidad.
El trabajo de cámara destaca por la distancia que pone e, incluso, por su frialdad, tratándose de un contenido tan desgarrador.
Yo no creo que ese tema tan brutal y crudo lo mostráramos fríamente, sino, más bien, embellecido. Y eso es porque las presas ponen mucho esfuerzo en hacer de su entorno un lugar bonito, como vemos en esas pinturas murales de grandes paisajes que representan la libertad. Así que nos sentimos obligados a retratarlas con mucha belleza.
Es evidente que la película se ha visto afectada por la presencia de las presas. ¿Cómo cree que el rodaje y la película misma les ha afectado a ellas?
Les dimos la oportunidad de confesarse en un ambiente libre: nosotros no éramos jueces ni policías, solo personas escuchándolas. Gracias a mi madre católica sé que confesarse es sanar y creo que realmente les ayudó. En ese sentido, tengo mucha curiosidad sobre cómo impactará la película en el ‘tour’ que haremos el año que viene en cárceles ucranianas. Sin embargo, creo que la fuerza en esta película es que trabajamos con emociones e historias universales: la envidia, el amor, la relación madre-hija… y que cualquier persona puede encontrarse a ella misma en el film.
Marc Barceló