Nacida en 1976, debutó como actriz a los cinco años. A partir de ese momento desarrolló una prolija carrera como intérprete a las órdenes de cineastas como Jean Becker, Jacques Rouffio, Francis Girod, Claude Lelouch o Luc Besson, que la dirigió en películas como León: el profesional o El quinto elemento. Debutó como directora con Pardonnez-moi que fue nominada al César como mejor primera película. Con Polisse (2011) comenzó su idilio con el festival de Cannes, donde el film obtuvo el Premio del Jurado. Su siguiente película, Mi rey (2015), también fue presentada en el certamen francés y este año iba a acudir de nuevo a Cannes con ADN, que ahora se presenta en Perlak.
Da la sensación de que entre todas las películas ADN es la que atesora elementos más íntimos ¿es así?
Cada película que dirijo habla de mis emociones en el momento en el que las hago. Desde ese punto de vista, ADN es la película que mejor me representa actualmente, pero eso no quiere decir que mis películas anteriores no partieran también de experiencias muy personales. Todos mis largometrajes son un fiel reflejo de mis obsesiones, pero esas obsesiones no siempre tienen que ver con experiencias que haya vivido en primera persona. Por ejemplo, yo nunca me he desempeñado como policía, pero el trabajo de esa gente me obsesionó hasta el punto de rodar una película como Polisse.
¿Dónde localiza entonces las motivaciones o las obsesiones que le llevaron a rodar ADN?
En la muerte de mi abuelo. Aquello me produjo un gran dolor y, de hecho, tuve que dejar pasar dos años antes de ponerme a escribir el guion del film. Cuando algo te obsesiona mucho lo mejor es poner distancia de por medio para ver si esa obsesión se va aminorando. Según fue transcurriendo el tiempo llegué a la convicción de que rodando esta película podía llegar a decir cosas que, de otra manera, me era imposible enunciar. Pero aparte de las obsesiones y las motivaciones íntimas, para el cine tiene una parte muy importante tirar de fantasía. No quiero que mi película se asuma como autobiográfica.
¿Por qué?
Pues porque el arte o la literatura no pueden estar sujetos a automatismos. Tú no puedes rodar una película o escribir una novela pensando “voy a meter un 5% de ficción y un 95% de realidad o viceversa”. El arte no es una ciencia exacta o una receta y el concepto autobiográfico me suena a eso, a fórmula. Yo creo que lo importante es transmitir emociones. Cuando el público sale de ver una película emocionado le da igual si esas sensaciones son producto de una vivencia real o de una historia inventada.
Usted como la protagonista de su película tiene ascendencia argelina, vietnamita y francesa. ¿También da tanta importancia a los orígenes como Neige?
Neige no habla por mí. Es un personaje. A eso me refería cuando te decía que no me gusta que mi película se asuma como autobiográfica. En el film también concurren otros personajes que no le dan tanta importancia al tema de los orígenes. Para Neige investigar sus orígenes es una manera de gestionar el dolor por la muerte de su abuelo, pero hay muchas maneras distintas de vivir el duelo. Yo al hacer esta película quería, sobre todo, articular una reflexión sobre la identidad y contra el racismo.
Parece un lugar común, pero esa necesidad por reencontrarnos con nuestros orígenes suele acontecer cuando nos enfrentamos a momentos de incertidumbre. ¿Cree que el momento actual es propicio para que la gente se plantee este tipo de cuestiones?
Ufff, no sé. Habrá personas que sientan esa necesidad y otras que no. La incertidumbre nos conduce por los caminos más insospechados. Pero ese tipo de preguntas de tipo psicológico exceden mis competencias como cineasta.
El abuelo de su película es una figura vertebradora para su familia hasta el punto de que al morir emergen tensiones entre hijos, nietos, hermanos, sobrinos… ¿Echa en falta esa inteligencia emocional que atesoraba la generación de nuestros abuelos?
En parte sí. Para la gente de mi generación los abuelos siempre fueron una figura referencial, sobre todo para aquellos que, como le ocurre a Neige, tienen unos padres tóxicos. Es eso lo que la lleva a querer mantener ese vínculo emocional con la figura de su abuelo.
Para la película ha conseguido reunir un gran reparto. ¿Su experiencia previa como intérprete le ha sido de ayuda de cara a abordar la dirección de actores?
Pienso que sí porque yo dirijo a los actores pensando en cómo me gusta que me dirijan a mí. Creo que el secreto es adaptarse a cada uno de los intérpretes, tener en cuenta su personalidad y a partir de ahí pedirles aquello que deseas obtener. Es importante que los actores se sientan felices para sacar lo mejor de cada uno de ellos.
Jaime Iglesias