César Díaz, director guatemalteco que presenta su película Nuestras madres en Horizontes Latinos, nos relata la historia de Ernesto, un joven antropólogo que trabaja para la Fundación Forense y se dedica a identificar a todos aquellos que desaparecieron durante el conflicto bélico que sufrió el país durante treinta y seis largos años. En los encuentros que mantiene con mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos, el protagonista cree haber encontrado a su propio padre: “Un guerrillero que sufrió la misma suerte que otros 200.000 muertos. Tengo mi historia personal compleja, con un padre desaparecido y una madre guerrillera. Ese fue uno de los motivos por los que comencé Nuestras madres. Después, encontré la Fundación de Antropología Forense, que entrega los restos de los desaparecidos a sus familias para que empiecen su proceso de duelo y, lo que fue más determinante, el encuentro con las mujeres en comunidades que han sufrido una masacre”, nos cuenta el director. Díaz confiesa que la templanza de aquellas mujeres no deja indiferente a nadie: “Llegan y te cuentan cómo los soldados llegaron a sus casas con una dignidad y una entereza que sorprende”. De alguna manera, esta película es un homenaje a ellas porque “son quienes nos cuentan esa historia y es por eso que se crea una responsabilidad frente a ellas, frente a la historia, su historia”.
“En Guatemala hablar de derechos humanos se responde con más violencia”
Lo más probable es que el premio de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos (SACD) que se llevó el film en la Semaine de la Critique del pasado Festival de Cannes también esté dedicado, en parte, a todas esas mujeres que retrata César Díaz. En su trayectoria profesional cuenta con más de diez años de experiencia como editor en películas de ficción y documentales. También ha dirigido el corto documental Semillas de cenizas (2010), proyectado en una veintena de festivales internacionales, y el largo Territorio liberado (2014), que ganó el premio IMCINE en México.
Cuando le preguntamos por la situación actual de Guatemala confiesa que “vivimos un momento bien difícil. Hay una ley de amnistía a la que le falta una ronda de votación que permitiría que los acusados de crímenes de derechos humanos salgan libres. En nuestro país hay un movimiento muy autoritario y hablar de derechos humanos o buscar soluciones profundas a los problemas graves solo conlleva con más violencia, más policía y más militares en la calle”. Por eso Díaz también quiere compartir la historia que vivieron esas familias, que experimentaron cómo se les arrebataba parte de su vida sin siquiera poder cerrar dicha etapa: “Para mujeres que viven o han vivido lo mismo que Cristina en Nuestras madres puede resultarles un escáner de su propia historia”, y añade que “lo que pasó es una historia con una gran ‘h’, por eso espero que cree puentes, espacios de reflexión en los que podamos determinar juntos qué hacemos con nuestros muertos, cómo nos reconciliamos con nuestro país, qué hacemos con nuestros desaparecidos”.
El director no busca ser un moralista a partir de su cine: “Tengo ganas de ser honesto conmigo mismo como autor y esto es lo que tenía ganas de contar. Si el hecho de crear esta película hace que un chico de quince años que no tenga ni idea de lo que pasó en mi país escriba en google ‘historia de Guatemala’ ya me parece un triunfo”.
Para que el público tenga la oportunidad de disfrutar del largo del director, antes ha sido necesaria “una larga investigación, una larga escritura de guion de cinco años y un largo proceso de casting”. Díaz añade: “Todo costó tiempo pero creo que tuvo sus frutos. Mostrar un producto que tenía mucho trabajo detrás se notó a la hora de que cada vez más gente se quisiera involucrar en nuestro proyecto. El proceso de postproducción, sin embargo, fue mucho más rápido”.
Tal y como nos cuenta Díaz, un festival beneficia tanto a los que traen la historia como a los que la disfrutan en la gran pantalla, “es una oportunidad para el público descubrir el tipo de películas que llegan a festivales como este y también una gran oportunidad para nosotros porque nos enfrentamos a una audiencia distinta en cada lugar”. Sobre el futuro del cine guatemalteco opina que “lo que necesitamos es el apoyo estatal y no existe. Así que tendremos que seguir haciendo producciones internacionales, los que tenemos la suerte de poder hacerlo”.
María Aranda