"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La participación de Maddi Barber en la sección Zabaltegi-Tabakalera con Urpean lurra cierra un ciclo de trabajo de la cineasta en torno al pantano de Itoiz, cuya construcción hace casi dos décadas provocó la inundación de varios pueblos y reservas naturales en el Pirineo Navarro. Tras concursar en la pasada edición con 592 metroz goiti, volver a esta sección del Zinemaldia con una extensión de aquel trabajo representa para ella cerrar un ciclo que le causa especial ilusión que sea precisamente en San Sebastián.
Con respecto a aquel primer corto nacido como un trabajo de Máster, una amiga le hizo una crítica: “no te has metido dentro del agua”. Efectivamente, 592 metroz goiti, como su título indica, refleja la vida que se mantuvo por encima de esa cota de 592 metros; ahora Barber ha querido acercarse a lo que quedó debajo del agua, “que me impone más respeto, porque es algo más delicado y más oculto. El agua aquí es negación, y me interesaba cómo acercarme a ese lugar cinematográficamente”. Y añade: “Hay que fijarse en los detalles, porque el paisaje habla, y te das cuenta de que eso no es un bonito lago como pueden pensar muchos visitantes; es un pantano”.
Para ella, el gran reto ha consistido en poner en relación toda una serie de materiales de archivo (en su mayoría aportados por el colectivo Solidari@s con Itoiz a lo largo 80 horas de grabaciones), conjuntamente a narraciones de sueños por parte de personas afectadas, así como esas señales en el paisaje que Barber se iba encontrando cuando recorría la zona con la cámara: árboles erguidos que han perdido su color, animales, grutas, carreteras que no van a ninguna parte porque desembocan en el agua… “Es una película de contrastes, tanto visuales como sonoros. De ahí que nos pareciera necesario emplear mucho los fundidos a negro como pausas o elipsis que facilitaran la transición de unos materiales a otros”.
La inclusión de narraciones de sueños es un elemento muy importante en la película. Todos ellos son sueños reales, incluido uno de la propia Maddi Barber (que también se incorpora al metraje): personas afectadas que siguen soñando en la tierra que quedó sumergida. Para Barber eso se conecta con la idea de archivo: “Nuestro cuerpo también es un archivo que almacena registros, recuerdos y sensaciones, que se quedan con nosotros y afloran con los sueños. Lo inundan, pero no desaparece. Como ha sucedido con este pantano y la tierra sumergida”.
Y al ser compartidos estos sueños, la experiencia individual pasa a ser colectiva. “Quería explorar con esta película si existe un potencial colectivo o político en el cine. El cine es una herramienta muy potente en este sentido, porque sirve para no olvidar. Por eso, esta película habla también sobre la resistencia. El cine es un medio de resistencia al relato oficial”.
Gonzalo García Chasco