"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un secuestro suele asociarse con una habitación cerrada, claustrofóbica, en la que la víctima está, como mínimo, maniatada y amordazada a una silla. ¿Qué os parecería que esto ocurriera en mitad del desierto y con la víctima en libertad? Así es como la protagonista de Al desierto vive su experiencia, concretamente, en la Patagonia.
La película de Ulises Rosell “no es una historia sobre crueldad” tal y como nos explica, más bien analiza “la relación de los personajes, que es en este caso la trama de la película, y es ese misterio el que nos mantiene alerta durante todo el film”. Son dos personajes muy dispares los protagonistas:Julia, representada por Valentina Bassi, es un vaivén de sensaciones y sentimientos para los ojos del espectador. En cambio, Gwynfor, el secuestrador, “es un solo movimiento de principio a fin, no mide las consecuencias de sus actos, actúa de forma muy brutal y a la vez inocente”.
Pero volvamos al desierto, escenario principal donde transcurre la película. El director tuvo sus motivos para escoger dicha localización: “La protagonista es mi mujer, ella es de la Patagonia. Me parecía muy intrigante esa atracción por el infinito que tiene todo patagónico, porque si bien existen ciudades, entre una y otra hay 500 km donde no hay nada. Son lugares sin poblados, sin casas ni gente, pero con una luz y una textura muy especial”. La película en concreto transcurre en una ciudad petrolera al sur de la Patagonia, “una de las ciudades más aisladas que debe haber, no sé si atreverme a decir, en el mundo”. La investigación de Ulises acerca de historias de mujeres cautivas en Argentina viene de lejos: “Hace muchos años estuve investigando estas historias que ocurren en los siglos XVIII y XIX, cuando medio país aún era de alguna manera salvaje”, y continúa: “Se llevaban cautivas y las tenían sueltas, libres, porque en la distancia infinita no hay a donde escapar. Disponer de movilidad no implica que vayas a llegar a ningún lado antes de que te vuelvan a atrapar. Es entonces cuando el intento de fuga pierde sentido. Esa paradoja de estar atrapado en libertad me parecía muy interesante”.
Cuando le preguntamos por la influencia del cine en nuestro día a día, Ulises Rosell cree que “la idea que se tiene de que el cine afecta a la sociedad se refiere sobre todo a las grandes corporaciones, que consiguen hacer creer a la sociedad que tiene la necesidad
de ver aquello que promocionan. Eso está muy lejos de lo que hago yo” y añade que aquí, en el Zinemaldia, “sobrevive la cinefilia verdadera”. Y es que proyectos como el de Ulises no cuentan con el respaldo de una gran productora “que consigue tejer alianzas. Nuestro objetivo aquí es presentar una película que se comunica de manera distinta y, para nosotros, que nos pesquen en el medio del mar de películas que hay en este momento ya es un premio, ya es un orgullo”. Acaba su declaración afirmando que “los festivales están perdiendo su espíritu: Lo podemos ver en otros festivales. Cada vez están más copados por el cine americano; se nutren de sus películas, hacen sus galas y preparan sus Oscar”.
Prefiere no pensar en futuros largometrajes: “El instinto inmediato cuando lo terminas es decir: Quiero otra cosa. Es una manera de evitar el miedo al vacío que deja terminar un film pero, personalmente, creo que está bien dejar un poco de tiempo; esperar a que sedimente la pasión anterior para ver si surge otra cosa”. A pesar de ello nos confiesa estar trabajando en una miniserie, trayectoria cada vez más común entre directores de la gran pantalla.
MARÍA ARANDA