"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El cineasta francés vuelve a su equipo habitual de intérpretes y a los escenarios marselleses en La Villa, una película llena de esperanza que se presenta en Perlas tras su paso por el festival de Venecia.
Diría que La Villa es una película nostálgica?
Sí, de hecho yo creo que la inspiración me vino leyendo “El jardín de los cerezos” de Chejov donde hay una frase final conmovedora: “La vida ha pasado y es como si no hubiera vivido”. Desde este punto de vista no quise hacer solo una película nostálgica en lo que respecta a las utopías emancipatorias, sino que quise darle un alcance universal. El reencuentro entre los protagonistas de esta película les motiva a reflexionar sobre lo que han perdido con el paso de los años, lo que han conservado y lo que va a quedar después de ellos.
Pero da la sensación de que los personajes del film son víctimas de un cierto desencanto ¿no?
Se trata de personas educadas en los valores de la solidaridad, en la creencia de que es imposible ser feliz si aquellos que te rodean son unos desgraciados. El conflicto que plantea la película tiene que ver con cómo mantenerse fiel a ese principio en una sociedad como la actual, tan afectada de individualismo. Yo creo que una posible respuesta a eso es la que acontece al final de la película, cuando estos tres personajes abren su casa a los refugiados. Apoyar a los más desfavorecidos es la mejor manera de mantener vivo el compromiso.
¿Por qué cree que esos valores cayeron en desgracia?
A lo largo de los años 80, en la medida en que se fueron implementando ciertas políticas neoliberales, la gente comenzó a vivir angustiada. Las preocupaciones de los jóvenes de hoy son en qué van a trabajar, dónde van a vivir, cuánto van a ganar, a qué edad se van a jubilar… ¡Yo no me recuerdo a los 25 años, cuando rodé mi primera película, pensando donde estaría con 60 años! Nunca he tenido una estrategia de carrera definida. Obsesionarnos con el futuro nos ha quitado la alegría de vivir.
No obstante, a través del personaje del joven pescador usted evidencia su confianza en las nuevas generaciones de cara a mantener vivo ese compromiso.
A las generaciones más jóvenes no les queda otra que adaptarse a la realidad social que les ha tocado vivir. De ahí esa frase que el personaje de Joseph le dice a Bérangère: “Tienes el corazón de izquierdas pero la cabeza de derechas”. Frente a eso, el joven pescador que interpreta Robinson Stévenin representa la continuidad en lo que a compromiso social se refiere.
Hay un determinado momento de la película en el que, a modo de flashback, utiliza una secuencia de su película Ki lo sa? (1986) para hablar del pasado de estos personajes.
No es la primera vez que pongo en diálogo en una misma película diversos momentos de mi filmografía. n este caso quería enfatizar la idea de que estas tres personas a las que ahora vemos tan apesadumbradas tuvieron en común un pasado alegre y transgresor. En ese sentido, contar con un equipo de actores habituales supongo que facilita bastante las cosas. Lo que facilita es la complicidad con el espectador. Yo tengo una audiencia muy fiel, y no solo en Francia. También en Italia, España o en los países escandinavos. A veces pienso que en todos estos sitios la gente va a ver mis películas para tener noticias de mis actores y comprobar cómo están. Para muchos espectadores son como una especie de parientes lejanos a los que tienen gran cariño.
JAIME IGLESIAS