"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Cinco realizadoras y cuatro directores de diferentes países de Europa del Este participaron ayer en una mesa redonda sobre el ciclo Eastern Promises, en el que se están proyectando 50 películas producidas en los últimos quince años en los países que vivieron bajo la influencia soviética tras la Segunda Guerra Mundial.
Matthieu Darras, coordinador del ciclo, explicó que la idea fue seleccionar “no lo más representativo del cine de cada país”, sino los”nuevos talentos” de una generación que vivió en su adolescencia y temprana juventud la caída del Muro de Berlín. Una de las primeras cuestiones fue determinar si el cine actual de esta región europea posee los suficientes elementos en común como para ser considerado “la generación de la transición”.
Para la directora letona Anna Viduleja, si tiene algún elemento en común este cine es el de “presentar una doble capa”. O, como dijo el checo Peter Kerekes, “a todos nos ha marcado el haber crecido sabiendo que lo que se escuchaba en casa no se podía decir en la calle”. Según la directora polaca Małgorzata Szumowska, miembro del Jurado de Nuev@s Director@s, este cine “tiene un estilo característico, que es cierta tristeza que le acerca al documental. Pero yo no me siento parte de una generación, realmente. A mí me gusta haber conocido dos formas de vida. Claro que influyó el comunismo y su caída en mi carrera, ¡tenía tanta hambre de conocer todo lo que venía de fuera!”.
El cineasta lituano Šarūnas Bartas puso el contrapunto a estas ideas. “Yo no creo en las diferencias entre generaciones y países. Si mientes, mientes en cualquier parte y en cualquier época. Las personas se comportan según quienes son, no según de donde proceden”.
En el encuentro quedó patente que las realidades son muy diferentes. Szumowska sorprendió con los datos que dio sobre su país, en el que, por cierto, los jóvenes polacos han escrito un manifiesto contra el cine nacional dominante. “El cine polaco acapara el 30-35% de la cuota de mercado. En Polonia todos quieren invertir en la producción de películas porque el público prefiere el cine nacional al de Hollywood. Y hay espacio para todo el mundo. Yo hago aburridas películas de arte y también hay gente que va a verlas”.
Una situación en las antípodas de lo que sucede en Moldavia, donde “es imposible hacer cine”, según dijo Ana Felicia Scutelnicu, quien se ve obligada a dirigir en Alemania. El cine rumano, en cambio, “hoy es una marca”, en palabras del director Marian Crisan, desde que en 2000 “un grupo de jóvenes empezó a hacer cosas diferentes buscando alejarse del estilo de sus predecesores”.
Como Rumanía, también Hungría, Polonia o República Checa acaparan la atención de críticos y espectadores de fuera, mientras otros países como Bulgaria, las Repúblicas Bálticas, Eslovaquia, Eslovenia, Moldavia o Macedonia todavía luchan por “aparecer en el mapa del cine mundial”.
Con motivo de la retrospectiva que incluye numerosas películas inéditas en nuestro país, además de obras de autores tan conocidos como Danis Tanović o Goran Dević, se ha editado una publicación coordinada por Mathieu Darras. K.A.