Ocho años en el comité de dirección del Zinemaldi, otros cinco delegada para España en la Berlinale, tres en prensa en el Festival de Sitges, programadora de ciclos y coordinadora de libros en Turín, Gijón, Oporto o Verona. ¿Qué tienen los festivales de cine o qué tiene Nuria Vidal que los festivales la buscan? Ella asegura que las cosas han salido así, como una rueda. “Antes, los festivales de cine eran más pequeños y resultava más fácil conocer a la gente: de Rotterdam me llamaron a Sitges, después Diego Galán para San Sebastián y así, uno tras otro, han ido rodando las cosas”.
Escritora y crítica de cine, Nuria Vidal es además autora de una veintena de libros de cine, ha trabajado para la televisión y desde 2008 imparte clases en la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales en Cataluña. Sin embargo, siempre continúa vinculada a los festivales que, a su juicio, “siguen siendo importantes y muy necesarios”, aunque el papel de estos certámenes haya cambiado mucho. “Antes representaban la única ventana para ver según qué películas –considera–, era la única entrada para los cines ‘extraños’, el latinoamericano, el chino, el coreano, los asiáticos. El mundo ha cambiado mucho y ahora que podemos acceder a todo, en medio de ese enorme magma de información, tienen una función interesante: la de seleccionar, buscar y decirle al espectador lo que puede valer la pena. Los festivales han pasado así de ser una ventana a ser una puerta”.
“Y otra cosa –continúa–, ahora puedes ver las películas en cualquier sitio, pero en un festival también ves a la gente, y la gente también es el cine. Poder encontrarse, el contacto, elintercambio industrial y profesional, esa es una de las mejores virtudes de estos certámenes. Muchas veces nos dicen que estamos siempre de fiesta en fiesta, pero es que en los pasillos y en los bares es donde más negocios se hacen, donde la gente se cuenta los proyectos y comparte las ideas que luego se ponen en marcha.
Concentran a la gente en unos días y en un sitio concreto alredededor del cine, mientras el resto del mundo casi desaparece. Los festivales –concluye– son importantes y además necesarios”.
La renovación del cine latino
Nacida en México, Nuria Vidal vive en Barcelona desde los 12 años, pero mantiene muy presente su vinculación con Latinoamérica y, por su puesto, con su cine. “La cinematografía latinoamericana está muy bien de salud. Ha cambiado mucho y la nueva generación de cineastas ya no tiene tanta urgencia en denunciar situaciones injustas. Sobre todo en los años más duros, los ochenta, los noventa, cines como el mexicano el argentino o el chileno, tenían la sensación de estar obligados a denunciar las injusticias que vivían. Afortunadamente, el cine latinoamericano de hoy se permite hacer otras cosas: cine negro, de género, comedias, musicales. No es que no tengan injusticias que denunciar, que las siguen teniendo, pero ya no tienen tanta urgencia de hablar solamente de eso, y el público también quiere más cosas”. Como ejemplos, Vidal menciona al mexicano Fernando Eimbcke, “que está haciendo un cine absolutamente personal y divertido, un tipo de comedia rara que hace años no se hubiera hecho; o Reygadas, con un cine más metafísico, espiritual casi”.
En esta edición del Zinemaldi, esta experta en cine valorará los títulos que concurren a Horizontes Latinos acompañada por la productora brasileña Sara Silveira y la actriz colombiana Juana Acosta. A su juicio, estrenar en San Sebastián es ya un primer galardón: “Estar aquí ya supone la posibilidad de ir a otros festivales europeos, poder ser vista y entrar en los circuitos de distribución, tanto en esta sección como en las otras”, asegura. “Aquí siempre ha habido una gran presencia de las producciones latinas, pero lo que ha ayudado muchísimo a la divulgación del cine que se hace allá es el programa de Cine en Construcción –opina– y, algún día, alguien tendría que estudiar la cantidad de proyectos que se han podido hacer gracias a esta apuesta tan clara del Festival por las óperas primas y la gente más nueva que tiene dificultades en levantar sus proyectos”. Infancia clandestina de Benjamín Ávila, que fue a Cannes, igual que Bonsai de Cristian Jiménez; Historia del Miedo de Benjamin Naishtat, que compitió en Berlín y Matar un hombre, premiada en Sundance y Rotterdam, serían algunos ejemplos.
Respecto a la programación de este año, Nuria Vidal destaca especialmente la sección Eastern Promises/Promesas del Este, “una apuesta muy interesante para conocer películas, un cine que difícilmente llega a nuestras pantallas. Aquí, la producción europea se ve poquísimo, y resulta tan difícil o más ver una película letona que una peruana en la cartelera ¡A lo mejor se necesitaba crear unos Horizontes Europeos!” sugiere.
PILI YOLDI