"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Dorothy Arzner (1897-1979) hizo su primer trabajo como montadora en 1920, en la película Too Much Johnson, aunque no apareció acreditada. Dirigió la primera de sus películas en 1927, La reina de la moda, pero antes había filmado escenas de segunda unidad para la célebre versión muda de Sangre y arena (1922). Rodó su último largometraje en 1943, First Comes Courage, aunque no dejó del todo la cámara y, a petición de Joan Crawford, a quien había dirigido en The Bride Wore Red (1937), realizó algunos anuncios de Pepsi Cola a finales de los años cincuenta.
¿Cómo se calibra el papel de Arzner en el cine clásico de Hollywood? ¿Por qué resultan importantes los melodramas y comedias que hizo para casi todos los grandes estudios? Decir que Arzner es importante porque fue, durante años, la única mujer directora y sindicada del cine estadounidense resultaría demasiado simplista. Alabarla o criticarla solo a partir de los estudios feministas que han reivindicado su obra, o por cuestiones de interpretación sexual (una directora lesbiana haciendo películas en las que los elementos de homosexualidad femenina aparecen menos sigilosos y sublimados), también resulta reduccionista. En Arzner hay una mirada, un temario (las relaciones marcadas por la diferencia de clases, la maternidad, el engaño, una utópica idea del matrimonio moderno, el miedo al compromiso por parte de los personajes masculinos) y un estilo quizá no muy característico pero sí definido.
No es patrimonio solo de las mujeres cineastas (de Ida Lupino a Kathryn Bigelow, de Jodie Foster a Sofia Coppola, de Claire Denis a Valeria Bruni Tedeschi, de Isabel Coixet a Icíar Bollaín) dirigir bien a las actrices y comprender mejor a las mujeres: ahí están Ingmar Bergman, George Cukor o John Cassavetes para demostrarlo. Pero es cierto que Arzner desplegó a lo largo de su filmografía unos dispositivos concretos, de común acuerdo con mujeres escritoras (Zoë Akins firmó el guion de cuatro de sus filmes), pero también con guionistas masculinos, en los que las figuras femeninas alcanzan relevancia distinta a la de otros títulos de la misma época. Y eso que con algunas de estas actrices no se entendió bien durante el rodaje, pero extrajo buen partido de Katharine Hepburn, Joan Crawford, Claudette Colbert, Sylvia Sidney, Rosalind Russel y Maureen O’Hara; y no solo eso, en algunos casos les dio su primer papel importante y en otros les permitió expresarse en estilos distintos.
El cine de Arzner, breve (16 filmes en 17 años) sin muchos ornamentos, de puesta en escena ordenada, duro, melancólico y a veces distendido, aparece habitado por madres que pierdena sus hijos (Sarah and Son, 1930), mujeres trabajadoras (Working Girls, 1931), aventureras de la aviación (Hacia las alturas, 1933), esposas que solo ambicionan el confort (La mujer sin alma, 1936), prostitutas (Nana, 1934), coristas y bailarinas (Dance, Girl, Dance, 1940) o mujeres que lo sacrifican todo por la lucha contra el enemigo invasor (First Comes Courage, 1943). QUIM CASAS