"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un trabajo monumental como Shoah (1985) no podía agotarse en sí mismo. La minuciosa reconstrucción de lo que fue el Holocausto por parte del parisino Claude Lanzmann, en esa aproximación a la verdad a través de testigos, víctimas y verdugos, dio para un documental de nueve horas y media que irremediablemente dejaba fuera de pantalla mucho metraje. En Shoah no utilizó imágenes de archivo, sino el resultado de su
propia indagación, despojando de todo artificio y espectáculo un tema tan terrible que no admitía más que el acercamiento franco y directo.
De las entrevistas realizadas durante años para Shoah salió el material de Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures. Pero no se trata de una colección de descartes o una segunda parte. Lanzmann consideró que la historia del hombre que dio el primer golpe para que pudiera materializarse la única rebelión triunfante en los campos de exterminio
nazis, necesitaba su propio espacio. Y así, en 2001 completó este film basado casi de forma única en la entrevista realizada a Yehuda Lerner en Jerusalén, en 1979. Lerner relata ante Lanzmann, y la cámara registra el rostro de un hombre que explica, sin asomo de épica o heroísmo, cómo llegó a materializarse en Sobibor lo que parecía imposible: librarse del mismo destino que habían padecido para entonces 250.000
víctimas en las mismas instalaciones, la cámara de gas y la cremación. Lerner sólo tenía 16 años, pero un instante de valentía le permitió dar un significativo hachazo al nazismo.
Lanzmann ha dedicado buena parte de su vida a mantener viva la memoria del Holocausto y a dejar testimonio de lo ocurrido. Quiere saber toda la verdad, con el mayor detalle posible. Deja tiempo a sus protagonistas para que entren, calmadamente pero a fondo, en recuerdos dolorosos. Da a la palabra importancia máxima. Pero también a una cámara que desde una posición objetiva acaba revelando todo lo que las palabras no pueden contar. Yehuda Lerner cuenta cómo los judíos y prisioneros de guerra llegaron a Sobibor sin saber ni dónde iban ni qué les iba a ocurrir, hasta que, al conocer su inevitable
destino, un grupo ideó un plan sencillo, y milagrosamente eficaz, para tratar de escapar.
Las calmadas pero precisas preguntas de Lanzmann logran que aflore cada detalle.
El rostro de Lerner rememorando “lo que la realidad nos obligó a hacer” se alterna con pausadas panorámicas de los lugares donde todo ocurrió, tal como están en la actualidad. El
suspense del relato queda coronado en pleno clímax con la lectura del diario de exterminios
llevados a cabo casi a diario en ese campo: el detalle, de nuevo, como reflejo de la dimensión del horror.
Ricardo ALDARONDO