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Una larga carrera como fotoperiodista precede al trabajo de realizador cinematográfico de Christian Poveda, director del documental La Vida loca. Entrevistador, director y guionista, Poveda estrena en Donostia un retrato franco y directo de la vida cotidiana de los integrantes de la mara “La 18” del barrio de La Campanera, en Soyapango (El Salvador), a través de siete personas y , en sus propias palabras, “un personaje principal: la muerte”.
“Comencé con este tema en 2004 y conseguí realizar una serie de 130 retratos de los pandilleros en un penal. A partir de ahí presenté mi propuesta de documental a la mara Salva-trucha y a La 18, cuyos miembros aceptaron ser grabados y entrevistados durante un año”. Poveda conoce bien la historia de estas dos pandillas formadas en Los Ángeles, con salvadoreños refugiados o huidos de la guerra de los años 80. Con la firma de la paz y el regreso a El Salvador en 1992, las maras se reagrupan e integran además a muchos niños huérfanos o abandonados tras la guerra que, rechazados por la sociedad, encuentran en el grupo una nueva familia.“Nadie estaba preparado para este fenómeno -afirma Poveda- y no es un problema menor: hay quince mil pandilleros en El Salvador, cinco mil en México, cincuenta mil en Estados Unidos, hablamos de un ejército casi. Agarran poder, establecen territorios, van creciendo y ya hay segunda generación”. Ante el aumento de homicidios y delincuencia, “la única respuesta de los gobiernos es la represión, que no funciona, es un fallo total, en lugar de apostar por la reinserción, aunque sea más larga y costosa, y no hay intentos serios de entender el problema y prevenirlo”.
Este realizador, que reside en San Salvador, tiene muy claro su objetivo con La vida loca: “No me interesa explicar cómo se constituye una pandilla, ni mostrar sólo la droga o los tatuajes; no quiero seguir por ese lado del mero espectador. A mí me interesa saber por qué un chico de catorce años es un asesino, y ya lleva encima años de cárcel y está dispuesto a morir en cualquier momento”. A su juicio, el documental como género, aunque se haya llevado a las salas de cine, no debe perder su función de información y alarma a la sociedad: “Yo lo que quiero es ir a la raíz del fenómeno, y dar luz para tratar de entender bien qué está pasando, para encontrar soluciones y políticas adecuadas al problema que tienen sus propios hijos”.
Poveda es de origen argelino y ha crecido en las barriadas de París. Para él, que ha visto nacer y crecer el problema de la emigración que llegó en los 60, El Salvador es el espejo de lo que puede llegar: “En Francia no hay integración, sino marginación y, al afirmar que el 70 % de la delincuencia juvenil es de origen emigrante, no se dice que eso se debe precisamente a la marginación”. Considera que en Europa, tal vez todavía estamos lejos de eso pero, “si nos descuidamos, podemos tener este problema en veinte años”.
P.Y.