Su ópera prima, Beginning, fue la ganadora absoluta del Festival de San Sebastián de 2020, donde recibió la Concha de Oro, la Concha de Plata a la mejor dirección y a la mejor actriz y el Premio del Jurado al mejor guión. A partir de ahí, el nombre de Dea Kulumbegashvili llamó la atención internacional y su film recorrió festivales de todo el mundo. La cineasta georgiana vuelve al Zinemaldia con su nueva película, Aprili, que clausura Zabaltegi-Tabakalera tras su estreno en el pasado Festival de Venecia donde ha ganado el Premio del Jurado. Situado en un microcosmo violento y machista, cuyos paisajes desoladores evocan un mundo en ruina, el film es el potente retrato de Nina, una ginecóloga obstetra que realiza abortos ilegales en la Georgia rural.
Antes de empezar nuestra entrevista en línea, la directora remarcó su relación con el Zinemaldia: “Me encanta el Festival de San Sebastián, y es una pena no poder estar allí en persona para presentar la película en Tabakalera, institución por la que siento mucha gratitud”.
¿De donde surge la idea de esta película? ¿Cómo trabajó en el guión?
El germen de la historia viene del encuentro con las madres de algunos niños que hicieron casting para mi película anterior, Beginning. Durante mis conversaciones con ellas, que me contaron sus vidas, me dí cuenta de que el tema del aborto es muy problematico en Georgia. Oficialmente es legal hasta las doce semanas de embarazo, pero es casi imposible que una muKulumbegashvili: me pregunto cómo el cine debería abordar la violencia jer pueda acceder a un aborto seguro, porque las clinicas pueden elegir si hacerlo o no, y son pocas las que lo permiten, especialmente fuera de Tbilisi. Además, hay mucho estigma y a menudo las mujeres tienen que abortar en secreto. Mientras realizaba mi primer largometraje, me obsesioné con este tema, así que cuando lo terminé supe que iba a ser el argumento del siguiente.
La película está permeada por una tensión constante y expresa mucha violencia, tanto directamente como sutilmente.
Es imposible no fijarse en la violencia del lugar en el que está situada la historia, del lugar donde yo crecí. Se trata de un mundo tan violento que de alguna forma es casi imposible encontrar una forma de retratarlo en una película. Me pregunto a menudo cómo abordar esta realidad en cuanto cineasta. Siento que no se puede mirar al otro lado, escaparse a la ficción pretendiendo que esto no exista. No creo que mi trabajo como directora signifique entretener. Entonces supe que la violencia tenía que ser visible.
Y también está en el fuera de campo…
Sí. Vivimos en un mundo que nos rodea cotidianamente y obsesivamente de imágenes. Las imágenes están en tantos lugares que al hacer cine me planteo la importancia de quitar, no mostrar. No hay que ver necesariamente algo para que te llegue. A veces decido no mostrar algo, de forma premeditada: se trata de ofrecer al espectador un espacio para mirarse dentro, pensar en sus experiencias, al menos respirar. Además, a veces, no enseñar la violencia directamente puede ser incluso más violento e impactante. Quizás porque la violencia es muy difícil de capturar, o porque ya estamos acostumbrados a imágenes violentas en cuanto espectadores contemporáneos. Desde que empezó la guerra en Ucrania, hay un montón de canales en línea que muestran imágenes de la guerra en directo, como si no bastaran las noticias que tenemos. Para mí es insufrible esta curiosidad de ver la violencia a toda costa.
Me gustaría que hablara de la relación con su actriz protagonista, Ia Sukhitashvili, que también protagonizó Beginning.
Ia es una actriz con mucha trayectoria, actúa desde pequeña, y tiene formación clásica. Sé que es una actriz muy versátil, que puede traer muchas propuestas e interpretaciones distintas, y que puede preparar a fondo el personaje. Pero lo que yo le pido es encarnar, más que interpretar, el personaje. Lo que conlleva mucho trabajo en la corporeidad, en la forma de estar y observar y también atención a las circunstancias que se crean en las escenas, lo que necesito crear yo como directora.