"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Nacida en San Sebastián en 1961, Isabel Herguera compitió en la Sección Oficial del SSIFF del año pasado con El sueño de la sultana. No es su último trabajo –ha rodado después el corto La mujer ilustrada–, pero si el que venía a coronar una amplia trayectoria construida a partir del dibujo, pintura, videoinstalaciones, videoarte y cine. La exposición titulada explícitamente “Retrospectiva”, que puede verse en la sala Kubo de Kutxa Fundazioa hasta el 6 de enero del próximo año, muestra la evolución de su obra a partir de esta premisa: simultanear pintura y narración la condujo irremediablemente al videoarte y la videoinstalación.
Herguera estudió en Düsseldorf, entre 1985 y 1990, con el video-artista Nam June Paik, uno de los grandes teóricos del género y el gran renovador de las concepciones televisivas más ortodoxas. Pero sus influencias son múltiples. De hecho, solo comenzar la exposición pueden verse una serie de libros que han sido importantes para la autora: de Max Aub, Ana María Matute, Salman Rushdie, Susan Sontag, las memorias de Luis Buñuel y el “Esculpir el tiempo” de Tarkovski. El recorrido sigue con su periodo alemán a través de fotos, bocetos, cuadernos de documentación, diapositivas y cintas de video reproducidas en varios monitores. Eran tiempos analógicos, las décadas de los ochenta y noventa, con texturas bien distintas a las de la era digital, que cristalizan en una curiosa instalación titulada “Lavomatic”: animación en 2D y recortables dentro de una lavadora.
En la sala más grande de la exposición aparece una de las grandes cualidades de Herguera, el trabajo con sombras chinescas y recortables prolongado a través de tres paneles que dan una sugerente sensación de profundidad de campo. En una sala más pequeña aparece otra maravilla artesanal, un teatro de sombras elaborado con figuras de alambre de cobre. No faltan los bocetos de sus películas, desde sus primeros cortos –Los muertitos, La gallina ciega– hasta El sueño de la sultana.
El recorrido concluye en una sala elevada con tres videoinstalaciones realizadas entre 1988 y 1990, “Safari”, “Cante de ida y vuelta” –que tiene algo del telurismo de Val del Omar– y “El sueño de Iñigo”, muy ricas en matices a partir de sus animaciones con tizas sobre pizarra u óleo sobre vidrio.
“Retrospectiva” es un elogio de la evolución artística de su autora y las transformaciones de los distintos formatos con los que trabaja. Una muestra en la que los conceptos más artesanales dialogan, en el seno de una misma obra en permanente evolución, con lo tecnológico y, también, con la educación, ya que en varios de sus trabajos la formación –tanto la cinematográfica como la de un discurso feminista– es el eje del relato.
Quim Casas