Los villanos del universo DC son numerosos, habitan en Gotham, Metrópolis u otro lugar: Lex Luthor, Pingüino, Acertijo, Harley Quinn, Espantapájaros, Dos Caras, Ra’s Al Ghul, Poison Ivy, Mr. Freeze, Black Manta. Pero ninguno ha alcanzado la entidad del Joker, una de las creaciones más singulares de los cómics DC y el que ha tenido más traslaciones al cine, además de erigirse en protagonista de su propio destino, tanto en los tebeos como en las dos películas de Todd Phillips con Joaquín Phoenix, Joker (2019) y Joker: Folie à deux (2024).
Sus orígenes son muy literario-cinematográficos: el guionista Bill Finger y el dibujante Jerry Robinson, asistente de Bob Kane, idearon su característica, permanente y diabólica sonrisa a partir del individuo encarnado por Conrad Veidt en El hombre que ríe (1928), film de Paul Leni basado en la novela de Victor Hugo. No es de extrañar que Ed Brubaker y Doug Mahnke publicaran en 2005 el cómic “Joker: El hombre que ríe”, en recuerdo de estas raíces folletinescas.
Su primera aparición data de la primavera de 1940, en el número 1 de la revista “Batman”, un año después de la creación del hombre murciélago en el número 27 de “Detective Comics”. El personaje también sería conocido como Red Hood, especie de alias circunstancial que los guionistas de DC han empleado para algunos villanos y antagonistas de Batman. La historia de Red Hood sería la utilizada por Alan Moore y Brian Bolland para explicar el origen del Joker en su seminal “La broma asesina” (1988), cómic que inspiraría al Tim Burton de Batman (1989) junto a los trabajos sobre la dualidad de los héroes y villanos emprendida por Frank Miller en las colecciones de Batman y Daredevil. Joker y Batman son las dos caras de la misma moneda; uno no existiría sin el otro, aunque el Joker de Phoenix se ha desligado del firmamento batmaniano.
César Romero había interpretado al “comodín” de Gotham en la serie televisiva ultra-pop Batman (1966-1968), pero su interpretación, como la serie en general, apelaba a la parodia kitsch. Jack Nicholson, en la película de Burton, no limó su perverso sentido del humor, su estridencia manifestada tanto en los actos sádicos como en la manera de vestir y maquillarse, pero le confirió unas señas de identidad más reconocibles en relación con la visión que hoy se tiene del personaje.
Llegaría después, de la mano de Christopher Nolan, un nuevo Joker convertido en agente del caos en El caballero oscuro (2008), con un sobresaliente trabajo de Heath Ledger, fallecido pocos meses después de la filmación. Su influencia puede rastrearse en otras películas e interpretaciones fuera del ecosistema Joker, caso de la reciente Longlegs, en la que Nicolas Cage emula en varios planos el maquillaje y la gestualidad de Ledger en el film de Nolan. También en Black Phone, cinta de terror del estudio Blumhouse, se recurrió a la definitoria e inquietante sonrisa con la comisura de los labios cortados para definir al asesino.
Un Jared Leto ambivalente, aunque igual de inteligente y cruel, le dio vida en Escuadrón suicida (2016) de David Ayer y La Liga de la Justicia de Zack Snyder (2021, montaje del director). Después de Leto llegó Phoenix, y este escenifica un Joker más terrenal, un psicópata de thriller moral más que un villano de cómic de superhéroes. Y si Joker ha sido regularmente un roba-escenas en los filmes de Batman –sobre todo Nicholson y Ledger–, ahora a él le roba protagonismo una dislocada Harley Quinn, bien distinta con los rasgos de Lady Gaga a la que encarnó la “fantabulosamente emancipada” Margot Robbie.
En The Batman (2022) de Matt Reeves, incorporado por Barry Keoghan, Joker fue visto y no visto en una de las dependencias del siniestro Arkham Asylum. Y entre todos ellos se encuentra el Christopher Monaghan desdoblado en los gemelos Jerome y Jeremiah Valeska, personajes escindidos que son el origen del Joker en Gotham (2014-2019), la serie que explica el origen realista de lo que después se convertiría en leyenda de la cultura popular.
Quim Casas