Si ya de por sí resulta problemático establecer una relación de aquellos rasgos que sirven para definir la adscripción de una determinada película a un género concreto, más lo es aún determinar la influencia de un autor o de una corriente en la configuración de dichos rasgos. Ciñéndonos al poliziesco italiano, dicho seudo-género está sometido a una serie de inercias bastante reconocibles. En primer lugar la del cine negro americano (que en su vertiente más clásica inspiró a Luchino Viconti para una obra seminal como Ossessione). Con el devenir de los años también el neorrealismo fue una fuente de inspiración para el poliziesco que, durante los sesenta, fue adquiriendo una cierta voluntad de denuncia social. Sin embargo, esa dimensión pulp que distinguiría al poliziesco en sus años de esplendor (básicamente la década de los setenta), estando fundamentada sobre el impacto alcanzado por otros subgéneros como el spaghetti western o el giallo, hay que localizarla en el ámbito literario, singularmente en la figura de un autor: Giorgio Scerbanenco.
Representante del noir en su vertiente más desabrida (aquella que lo conecta con la tradición del hard boiled y, de una manera específica, con la obra de autores como Mickey Spillane o Cornell Woolrich), Scerbanenco fue el rey indiscutible de la novela de kiosco en la Italia de los años cincuenta y sesenta. Por establecer una analogía, sería un caso parecido al de nuestro Marcial Lafuente Estefanía. En sus años de máximo apogeo, Scerbanenco llegó a publicar hasta cinco novelas al año, muchas de ellas de calidad dudosa (algo comprensible si nos atenemos al hecho de que trabajaba simultáneamente en varios textos, por lo que en muchas de sus novelas tienden a confundirse personajes, escenarios y subtramas). Pero poco a poco fue reduciendo su producción y puliendo su estilo hasta alcanzar su plenitud como autor en la tetralogía de novelas protagonizadas por el inspector Duca Lamberti e integrada por “Venus privada”, “Traidores a Solo contra todos El aura pulp de Giorgio Scerbanenco Asteartea, 2024ko irailaren 24a 18 Italia violenta Zinemaldiaren Egunkaria todos”, “Muerte en la escuela” y “Los milaneses matan en sábado”, títulos todos ellos de lo más elocuentes a la hora de fijar en nuestro imaginario esa dimensión sensacionalista de la que se nutrió el poliziesco italiano.
Scerbanenco falleció en 1969, justo un año después de recibir el prestigioso Grand Prix de Littérature Policière, víctima de un infarto. Sin embargo, su legado se mantendría vivo gracias al cine. En 1970 Fernando Di Leo adaptaría “Muerte en la escuela” en un film que, en nuestro país, se estrenó bajo el título de Violación en las aulas. Despojando al poliziesco de ese aire de denuncia social desde el que buscaron legitimarlo otros autores, Di Leo inauguró la Edad de Oro del género con una película que honra esa dimensión pulp y políticamente incorrecta que caracterizó la literatura de Scerbanenco. La repercusión que tuvo la película le llevaría nuevamente a adaptar a dicho autor en dos de sus largometrajes más exitosos, Milán calibre 9 y Nuestro hombre en Milán. Siguiendo su ejemplo, otros directores buscaron inspiración en el universo Scerbanenco. Duccio Tessari rodó Asesinada ayer (1971) a partir de “Los milaneses matan en sábado”; Romolo Guerrieri (sobre un guion del propio Di Leo) adaptó uno de los cuentos más famosos del escritor en Juventud armada y peligrosa (1976), e incluso Carlos Saura se sumergió en la obra de Scerbanenco con ¡Dispara! (1993).
Visto así ¿quién puede dudar de la influencia de este destajista de la literatura en la configuración de un género como el que este año protagoniza la retrospectiva del Festival?