"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El japonés Kiyoshi Kurosawa es seguramente uno de los directores más prolíficos del cine contemporáneo desde que comenzara su carrera como director en los años ochenta. Este mismo año se presentaron en el festival de Venecia sus filmes Chime y Cloud, por lo que esta Serpent’s Path que recala en la Sección Oficial de San Sebastián supone su tercer trabajo del año: una actualización de una película suya de idéntico título del año 1998.
Que un director realice una nueva versión de una película propia es algo que han hecho antes, y con excelentes resultados, directores clásicos tan importantes como Alfred Hitchcock, Frank Capra o Leo McCarey. En el caso de Kurosawa, nos traslada su historia original de venganzas y crímenes de Japón a Francia, y lo que entonces se llevaba a cabo con el trasfondo de lo que intuíamos la yakuza, ahora sucede hurgando en los entresijos de una fundación supuestamente benéfica, lo cual es un cambio posiblemente muy significativo.
Ayudado por una doctora japonesa especializada en terapias psicosomáticas y afincada en Francia (con el traslado del marco geográfico, esta nueva versión habrá de conceder una particular importancia a la sensación de extrañamiento de quienes viven fuera de su país de origen), el protagonista (interpretado por el francés Damien Bonnard) busca consumar una venganza personal por el atroz asesinato de su hija de ocho años. Un primer secuestro buscando a un culpable incierto conduce sucesivamente a más secuestros y distintos asesinatos, en una serpeante búsqueda de culpables que no terminan de quedar definidos, quizás porque nadie es inocente. La víctima inmediatamente se convierte en verdugo en un proceso progresivo de deshumanización. El crimen original es demasiado repulsivo como para que pueda encontrar reparación posible.
En la amplia filmografía de Kurosawa encontramos películas de géneros diversos, aunque se le vincula especialmente, gracias a algunos de sus títulos más conocidos como Cure (Kyua, 1997), Carisma (Karisuma, 1999) o Pulse (Kairo, 2001) al fantástico, al terror, o al thriller colindante con los anteriores. Géneros que representan el mejor vehículo para un director que indaga en los instintos más ocultos (y oscuros) de la naturaleza humana; una indagación que también puede extenderse incluso a películas suyas que escapan a ese marco genérico, como la más reciente Tokyo Sonata (2008), de partida un drama social.
Serpent’s Path, transitando sin complejos por las fórmulas propias de la serie B, devuelve a Kurosawa al horror y el desasosiego que provoca descubrir los límites que puede llegar a traspasar el ser humano. Y que se hace especialmente terrible cuando se vislumbra tras la enigmática y fría mirada de la doctora japonesa: la mirada de la serpiente.
Gonzalo García Chasco