Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes y director general del Institut Lumière de Lyon, realizó en 2016 ¡Lumière! Comienza la aventura, un apasionado y apasionante recorrido por el cine de los hermanos Lumière que él mismo presentó en el SSIFF, haciendo los comentarios en castellano mientras se proyectaba la película. Ocho años después, Frémaux vuelve a los Lumière, regresa a los orígenes puros y diáfanos del cinematógrafo, con un nuevo film de montaje, ¡Lumière! La aventura continúa. Este es el título que aparece en los créditos finales, pero al comienzo, lo que podemos leer es un gran rótulo con Lumière! Le cinéma, porque, como dice Frémaux, “Lumière es el cine”.
¿Qué le ha llevado a volver a los Lumière y qué ha descubierto sobre ellos elaborando este segundo film de montaje?
El origen de todo está en las proyecciones con comentarios que hacía de sus películas, hasta que un día decidimos realizar un film con todo su material. La primera fue un éxito, pero mi dedicación a los Lumière no terminaba allí, había aún más cosas que contar. La sensación es que la gente quería más, de modo que iniciamos el proceso de restaurar los filmes, escribir la narración, hacerla diferente de la primera.
La aventura continúa, pero usted titula la película Lumière! Le cinéma.
Porque Lumière no es arqueología. Lumière es el cine. Y en esta segunda ocasión quería trabajar con películas más desconocidas. Louis Lumière era fotógrafo y hasta el fin de su vida conservó intacto todo su patrimonio. Son 1.428 películas oficiales y 670 fuera de catálogo. Solo faltan 17 de todas las que hicieron. Unas son de gran importancia estética y otras tienen cualidades distintas. El cine es una cámara e implica cómo la colocas para rodar, y cómo escribir una historia en cincuenta segundos con imágenes en movimiento.
A través de la restauración que han realizado en el Institut Lumière, las imágenes de aquellos filmes han vuelto a recuperar toda su pureza, toda su potencia primitiva.
La calidad visual de estas películas es realmente su fuerza. Una novela de Joyce, o de Proust, es Literatura. Lumière es cine con la atención de la cámara, de la gente, de la velocidad del movimiento. El público muestra su calma y curiosidad, porque en cada película hay una promesa, y la gente espera.
El film tiene una hermosa coda, con el rodaje de un remake de La salida de la fábrica Lumière en Lyon por parte de Francis Ford Coppola, que termina con un homenaje a Bertrand Tavernier.
Es una tradición en el Festival Lumière: cada premiado filma su película Lumière. Lo han hecho Coppola, Tarantino, Cimino, los hermanos Dardenne, Almodóvar, Scorsese, también Catherine Deneuve. En este caso es la última aparición de Tavernier, quien falleció poco tiempo después. No sabemos dónde se inventaron otras artes, pero sí donde se inventó el cine, en Lyon.
Antes de sus películas, hay dos filmes de los que me gustaría saber su opinión: Lumière y compañía, en el que muchos cineastas rodaron con el cinematógrafo Lumière para conmemorar el centenario del cine, y Louis Lumière, un documental de Éric Rohmer de 1968 con Jean Renoir y Henri Langlois.
Lumière y compañía es una obra maestra que expone el sentimiento y las relaciones de los directores de entonces con Lumière. Vamos a restaurarla. El film de Rohmer aparece en un momento importante de la consideración de Lumière en los sesenta. Él falleció en 1948. En Francia había una cierta discusión en torno a su obra. Louis tiene importancia en sí mismo como director. Auguste era biólogo, médico y químico. Louis era físico, mecánico e inventor. Cuando eran jóvenes querían morir en el mar y decidieron quedarse juntos toda la vida. Auguste solo dirigió una película con unas mujeres campesinas.
Mucho se ha hablado sobre la responsabilidad de los operadores de la compañía Lumière en el estilo de sus películas.
Louis enseño a los jóvenes operadores. Entonces él tenía treinta y dos años. Él cohesionó el imaginario Lumière. Y en realidad no hay oposición Lumière-Méliès. Lumière sería como Rossellini, la captura de la realidad. Méliès sería Fellini, la reinvención de la realidad.
Quim Casas