"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Alberto alzándose con el codiciado premio Boccalino de Oro en el Festival Internacional de Cine de Locarno, esta película ha dejado una marca indeleble en la escena cinematográfica. La arriesgada decisión de filmarla con una cámara 360º añade una dimensión adicional a su impacto visual propio del universo de Eduardo ‘Teddy’ Williams.
Parece que la primera pista que nos regala la película sobre su misteriosa trama es que lo esférico tiene una relevancia especial, desde la forma de las casas hasta la cámara utilizada. ¿Considera que estas búsquedas, a veces desesperadas, por parte del espectador de asideros para comprender la forma y la trama están intrínsecamente vinculadas?
La idea de la circularidad en la película surgió de manera gradual, no fue una intención inicial. Empezó a manifestarse desde diferentes perspectivas, pero no fue algo que hubiera planeado conscientemente. Lo que realmente me atrajo fue la sensación cada vez más atractiva del movimiento circular, la intención de observar en todas las direcciones. Esto culminó en el punto final de la película, donde se crea una espiral que se aleja de la imagen. Sin embargo, quiero enfatizar que no fue una idea preconcebida desde el principio. En mi proceso creativo, comienzo a partir de detalles, inicialmente sin conexión aparente entre ellos. Con el tiempo, estos detalles comienzan a interconectarse y forman la película. Nunca empiezo una película desde una teoría o una idea general. A medida que avanzo en el proceso, observo lo que sucede y construyo a partir de ello.
Uno de los elementos más llamativos en el universo sonoro son las voces y la combinación de idiomas. ¿Cómo concibió este singular paisaje sonoro?
Me interesa el proceso creativo en sí que implica trabajar con diferentes idiomas. La idea de la traducción, con todo lo que implica: lo que se gana y lo que se pierde en el proceso. Desde el momento en que pienso en un diálogo hasta que se traduce a otro idioma y luego cada actor la interpreta y modifica hasta que finalmente vuelve a algo que entiendo. Ese proceso de tránsito y transformación me resulta fascinante.
Me gusta explorar las múltiples formas de hablar y comunicarse, incluso si no se entienden completamente. Uno puede percibir las diferencias en los sonidos y crear un vínculo intrigante con el espectador. Recientemente, mientras presentaba la película, me encontré con personas que hablan tamil en Toronto, y eso hizo que la película se percibiera de formas muy distintas según el idioma que hablaba la audiencia. Esta variación en la percepción de la película me resulta sumamente interesante.
Sus personajes dan la impresión de ser caminantes del mundo, siempre en movimiento. ¿Hacia dónde se dirigen?
Depende de a dónde el espectador quiera llevarlos. Para mí, no está claro hacia dónde se dirigen los personajes, y eso es algo positivo. Mi intención era comenzar en sus vidas, en sus trabajos, y luego llevarlos a un lugar desconocido, algo que refleja un poco mi propia experiencia. Los personajes llegan a un destino diferente, un lugar que no se puede identificar con precisión, pero que tiene su propia lógica. Logran llegar a este destino desconocido, y luego la cámara cae, dando la sensación de llegada, pero no necesariamente de un final, sino más bien de llegar y caer de nuevo para explorar una vez más hacia dónde van.
Es como el concepto del eterno retorno.
Exacto.
Lucía Malandro