Wu Lang (Yiyang, China. 1991) visita San Sebastián por primera vez y lo hace por partida doble. En Zabaltegi-Tabakalera no es extraño. El año pasado ocurrió lo mismo con otro joven director, Hlynur Palmason. Duan pian gu shí/ Short Story, cortometraje, y Xue yun / Absence, largo estrenado en Encounters del Festival de Berlín, se proyectan juntos en Zabaltegi-Tabakalera.
¿Se habían programado juntos, antes?
No, es la primera vez. Me pareció muy especial, permite al espectador hacer una lectura de los dos juntos y en el coloquio la respuesta fue muy buena. Y curiosamente, las personas que intervinieron tienen la edad de mis abuelos. Noto que las películas están vivas. Desde Berlín, en febrero, mi mirada sobre Absence ya ha cambiado. Las preguntas sobre las cabras, el agua, el espacio… ya no las respondo igual.
Absence fue, primero, el título de otro corto suyo. ¿Cómo se convierte en largo?
Ocurrió al revés. En 2016, yo ya tenía el guion hecho para un largo, pero en China es muy complicado levantar una película. Uno de los motivos es la censura. Otro, la financiación. En 2018 participamos en el Festival de Shanghái: llevé el guion del largo y conseguí inversores para hacer un cortometraje. En 2021 el corto se estrenó en el Festival de Cannes y luego fuimos premiados en otros festivales. Eso nos permitió hacer el largometraje. Pasó todo muy rápido: En diciembre del mismo año ya estábamos rodando y terminamos el rodaje en 31 días.
Habla de la censura… En el film hay una clara crítica a la corrupción inmobiliaria. ¿Una crítica al país, también?
Creo que es global. En la sociedad actual, los cambios se suceden de forma vertiginosa. Hay mucho crecimiento en las ciudades, mucha competitividad, pero no centré la crítica en un lugar o momento concretos. El tema central es lo humano: cómo se enfrenta a los cambios.
Y parece que la respuesta que propone es la familia, como valor frente a la degradación y corrupción del entorno.
¡Así es! El ser humano busca un lugar donde echar raíces. En la película, hay tres puntos de vista. Hong, la mujer protagonista, vive de alquiler, pero quiere comprar una vivienda para que su hija tenga un hogar. Para Yao, la niña, el hogar está donde esté la madre. A su vez, Yu, el hombre, intenta compensar su ausencia, sus años en la cárcel. Encuentra las raíces en el acto de ayudar.
Ese papel lo interpreta Lee KhangSheng. Es un rostro muy reconocible del cine asiático.
Cuando escribía el guion, en 2016, la cara de Lee Khang-Sheng me vino a la mente y decidí escribirle por Weibo (el Facebook chino). Al cabo de un año, después de insistir mucho, conseguí dar con él. Lee Khan-Sheng me dijo que iba a ir de vacaciones a mi isla, Hainan, y que nos podíamos ver. Nos caímos muy bien, a él le gustó la historia y me quiso ayudar a mejorar su personaje durante dos años, hasta el rodaje del cortometraje en 2019. Toda su ayuda fue desinteresada. Conocerle me ha supuesto un crecimiento personal brutal, es un verdadero guía.
Es un actor muy vinculado al director malayo-taiwanés Tsai Mingliang.
Tsai Ming-liang es una eminencia, una montaña, siempre está ahí, enorme y presente. Muchos directores jóvenes nos alimentamos de él. De su generación también admiro a Hou HsiaoHsien y Edward Yang.
También en Absence, hay varias referencias a la globalización, quizá a la apertura de China. Se ve el interés de la madre para que su hija hable en inglés, hablan de kebabs, etc.
El encanto de las películas es que cada uno se fija en cosas distintas… Pero sí. Y es posible que la próxima película que haga se centre en familias migrantes. Seguramente colaboraré con directores extranjeros.
¿Qué director deberían descubrir los amantes del cine chino?
A Wu Yigong y su hermosa Memorias del viejo Pekín (1983).
Marc Barceló