"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La realización de La Palisiada, el primer largometraje del ucraniano Philip Sotnychenko, no pudo ser más difícil. Comenzó a trabajar en el proyecto en el año 2019, por lo que ha debido atravesar desde entonces una pandemia mundial y el estallido de la guerra en su país por la invasión de Rusia. No fue hasta finales de 2022 que la película estuvo lista para poder concursar en el Festival de Róterdam, donde ganó el premio FIPRESCI, y todavía no ha podido verse en su propio país (está previsto que se exhiba el próximo 12 de octubre). “Afortunadamente el rodaje lo terminamos antes de que empezara la guerra. Y es curioso, porque estando ya rodado todo el film, ahora cobra más vida y adquiere nuevos significados”.
Efectivamente, la película apunta directamente a la historia de Ucrania y los condicionantes padecidos por haber formado parte de la URSS. Ambientada en su mayor parte en el año 1996, poco antes de la eliminación de la pena de muerte heredada del régimen soviético, La Palisiada recoge una investigación criminal desarrollada por dos policías de más que cuestionables procedimientos, así como la ejecución del delincuente detenido. Pero no se queda ahí, ya que las consecuencias de ese momento se proyectan sobre el presente en las vidas de sus hijos, provocando juegos de espejo en la historia.
Esa reiteración es algo fundamental para Sotnychenko: “Hay dos momentos clave en la película que adoptan la forma de dos disparos que se tienen lugar en momentos históricos diferentes. Pero el uno es el eco del otro. La historia tiende a repetirse. En Ucrania, la URSS, nuestro pasado, la propia pena de muerte aunque ya no se aplique, son ecos que crean una nube oscura que nos persigue siempre”.
La elección del año 1996 obedece también a que es la época en la que se comienza masivamente a tomar registros audiovisuales a través de cintas domésticas. “Eso nos permite tener un amplio legado documental, registros de imágenes de lo que sucedió en el pasado, que cualquiera podía grabar y ver en su casa. Eso me parece muy interesante, porque a partir de ese material el cine puede convertirse en registro de la realidad. Yo no quiero perder mi realidad”.
Y esto es algo que justo ahora cobra gran importancia en Ucrania, donde muchos jóvenes creadores se están acercando al cine a través del documental. “Ellos están captando ahora la realidad de la guerra. Y tienen mucho talento”.
Gonzalo García Chasco