Cuando el Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro era un joven estudiante que acudía a las sesiones de cine de arte y ensayo, una película japonesa le impactó enormemente hasta influenciarle en su vida y obra. Vivir (Ikiru), la obra maestra de Akira Kurosawa, transmitía un mensaje absolutamente opuesto al que acostumbraban las películas estadounidenses que copaban la cartelera de aquella Inglaterra de los 70. El film ensalzaba la validez y pertinencia de las vidas pequeñas, de las personas supuestamente irrelevantes que luchan día a día por una vida digna y llena de sentido.
“Cuando era joven nunca soñé que acudiría a festivales como este ni que obtendría el Nobel de Literatura; pensaba que tendría una vida pequeña y encontraba este mensaje muy inspirador, así como lo fue para muchos de mi generación”, rememora el escritor británico de origen japonés. “Vivir venía a decir que está bien si tienes una vida pequeña y eres una persona pequeña, aun así, puedes vivir tu vida plenamente. No será fácil pero realmente debes dar lo mejor de ti para hacer que merezca la pena. No obtendrás elogios ni reconocimiento, la gente te ignorará o se olvidará de ti y de lo que has hecho, pero no importa. Debes encontrar un solitario sentido del triunfo”, afirma el novelista.
Convencido de que este mensaje podría conectar a las generaciones más jóvenes, se embarcó en la aventura de adaptar el clásico de Kurosawa en colaboración con el director sudafricano Oliver Hermanus. Ishiguro afirma rotundo: “En el mundo actual, el capitalismo tardío occidental es tan complicado que la gente no sabe cómo relacionarse con la gente o la vida real”. En palabras del escritor, la forma en la que el film Living de Oliver Hermanus filmó las oficinas británicas de la posguerra es “casi una metáfora del mundo moderno; la gente, derrotada por las horas y la cantidad de trabajo, es incapaz de encontrar un sentido. Por eso creo que es muy importante contar esta historia actualmente”.
Kazuo Ishiguro no quería hacer un simple remake de Vivir, quería que ese material conviviera con muchas preguntas que atraviesan su extensa obra literaria. Por ejemplo, el concepto de “lo inglés” y el personaje del gentleman. “Este es un tema que he tocado en mis novelas, como The remains of the day (Lo que queda del día), que es una hermosa película de James Ivory, pero no porque tenga un peculiar interés histórico en un cierto periodo de la historia inglesa sino porque siempre me he sentido fascinado por esa figura”, declara Ishiguro, “creo que hoy en día en todos hay una parte de gentleman inglés”. Si se explora en esa especie fascinante que desapareció en la década de los 60, se examina algo universal de la naturaleza humana, según el escritor. “Tiene que ver con la manera de afrontar el miedo a las emociones, de tratar de mantener tu vida intacta cuando el mundo se derrumba alrededor, con cómo te proteges con humor y estoicismo, o con un cierto sentido de la dignidad y de ser parte de una gran nación”.
Colaboración a distancia
El proyecto se gestó en plena época pandémica, lo que dificultó el proceso en algunos aspectos, pero favoreció unos tempos y una metodología de trabajo que confirió a la producción de lentitud y profundidad. “Fue un proceso colaborativo”, señala Ishiguro, “no fui al set porque era difícil a causa de la pandemia, y llegué al film muy fresco; casi lo he visto como lo vería la audiencia”. El novelista afirma haberse quedado impactado con las imágenes filmadas por Oliver. “No queríamos que el film pareciera un típico film británico; el director no lo es, y además, siendo de una generación joven, creíamos que conseguiría una mirada fresca, y así ha ocurrido”.
En el ideal estético que Kazuo Ishiguro deseaba para Living, estaba la tradición del cine japonés conocida como shomin-geki, cuyos representantes más destacados fueron Ozu y Naruse. “Kurosawa era un director de acción pero nosotros buscábamos un estilo más pausado, de cámaras quietas, comedidas… Para el papel principal del remake, Ishiguro tenía claro que necesitaba a un actor extraordinario y contenido. “Pensé que Bill Nighy era la versión inglesa del actor fetiche de Ozu, Chishû Ryû, porque es un gran actor normalmente usado en papeles secundarios; sabía que ofrecería una actuación extraordinaria y acerté”, afirma Ishiguro, “es un actor soberbio al que todavía no hemos visto en todo su esplendor.
Irene Elorza Gereño