"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Fue el primer grupo de rock and roll que conquistó a los adolescentes. Le gustaba a todo el mundo, sobre todo a las chicas. Tenían el mismo efecto que Julio Iglesias con las mujeres casadas. Y el caso es que musicalmente estaban muy guay. Yo no lo sabía entonces, pero eran como los Rolling Stones de la época, que acababan de tocar por primera vez en España”. Quien habla así sobre Tequila es Iñigo Pastor, el hombre al frente de la discográfica independiente Munster Records y que a sus 54 años recuerda cómo se gestó el fenómeno juvenil en plena Transición española. “Aparecían en televisión, en prensa, había vallas publicitarias…. Estaban en todos lados. Fueron lanzados masivamente”.
Munster está especializado en sacar auténticas joyas del olvido. El sello practica una suerte de arqueología musical que le ha llevado a reeditar, entre otros muchos, discos de Kaka De Luxe, Paraíso o Burning, bandas que compartían espacio y tiempo con Tequila durante los primeros compases de la Nueva Ola, lo que más tarde devino en la cacareada Movida; ninguna de ellas fue tan popular como la formación liderada por los argentinos Ariel Rot (guitarra) y Alejo Stivel (voz), dos jóvenes que con sus familias huyeron de la dictadura de Videla y que, tras su desembarco madrileño en 1976, lograron reclutar a Julián Infante (guitarra) y Felipe Lipe (bajo) de Spoonful Blues Band. El quinteto se completó con el batería Manolo Iglesias. Y se armó una gorda.
La locura desatada por Tequila duró unos seis años. Su LP de debut, “Matrícula de honor” (1978) selló el idilio con un país en construcción. Despegaron como un cohete. Vendieron decenas de miles de copias. Subieron a la cumbre de Los 40 Principales sin traicionar sus principios hedonistas. Su primer corte, el festivo “Rock and Roll en la plaza del pueblo”, dejaba las cosas claras sobre la filosofía del grupo: “Un poco más de rollo, no vendría mal. / Si no estoy colocado, no puedo tocar. / El rock está en mi cuerpo y a mí me hace vibrar. / Saltar y desmadrarme, me puedo liberar. /”.
Al principio estuvieron en la órbita del rock urbano del periodista y productor Vicente Romero ‘Mariskal’. Pero Tequila jugaban en otra liga: la de los grupos de masas. Lo sorprendente es que llegaran tan lejos con un perfil stoniano que bebía del rock and roll más excitante. La intro (“1, 2, 3… ¡caña!”) de “Buscando problemas”, también perteneciente a su ópera prima, no es postureo: el riff calca “Slow Death”, uno de los himnos del grupo de culto Flamin´ Groovies. Ese era el nivel.
Su influencia llega hasta nuestros días. Desde nostálgicos programas de televisión que recuerdan sus canciones al underground. “Voy a hacerte un gran favor” o “Me voy de casa” encajan perfectamente con el rocanrol puro de los guipuzcoanos Lie Detectors. Tequila publicaron en total cuatro álbumes como cuatro soles, a disco por año, y tras el relativo fracaso comercial de “Confidencial” (1981), ya con ecos a The Clash, la alocada aventura de los dos amigos porteños se diluyó. “Eran descarados, chuletas y sexys”, resume Iñigo Munster.
Jon Pagola