"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El prolífico director surcoreano Hong Sangsoo vuelve a San Sebastián para competir en la Sección Oficial del Zinemaldia (donde ya ganó la Concha de Plata al mejor director en 2016 con la película Lo tuyo y tú) después de obtener este mismo año el Gran Premio del Jurado en Berlín con su anterior película, The Novelist’s Film. Fiel a su propio estilo, Walk Up es una pequeña crónica intimista, con pocos personajes que interactúan a base de extensas conversaciones generalmente alrededor de una mesa, comiendo y bebiendo, o trasladándose de arriba abajo en el edificio que constituye la única localización del film.
Lo que se dice dentro de los espacios en los que vivimos (y convivimos), la conversación natural y espontánea, la palabra, en definitiva, ocupa un lugar privilegiado en el cine de Sangsoon. El director y guionista reconoce que a menudo utiliza diálogos que oye a su alrededor, o que emplean los propios intérpretes, pero necesita que sean cercanos a cómo se siente él mismo en cada momento de su vida. Por eso, reconoce que hay muchas cosas de él en el personaje principal de Walk Up, un director de cine, pero de manera fragmentada: “Proviene de un todo que sería yo, pero lo que se presenta son sólo fragmentos dispersos”.
En cualquier caso, y aunque se pueda caer en la tentación de esa concepción autobiográfica de Walk Up dada la profesión del personaje, Sangsoon lo desmiente. “Nunca he pensado que las películas deban ser
una autobiografía del autor. No hay ninguna escena que replique cosas que me han pasado a mí. Pero sí hay detalles que reflejan mi punto de vista. Mi cine no es autobiográfico, pero es honesto con mi propia vida. No sé cuánta honestidad se precisa para ser un buen director, pero puedo decir que al menos es mi inclinación natural”.
No resulta necesario un foco temático en el discurrir de las conversaciones, que emergen de manera natural en torno el arte, al valor del esfuerzo, la paternidad, la religión, o sobre la propia industria del cine. “Las
conversaciones marcan el ritmo, como una especie de progresión”. El elemento común es el espacio privado en el que discurren, un espacio que también cobra su importancia y condiciona el desarrollo natural de la narración. Fotografiada en exquisito blanco y negro, con la habitual cuidada atención al encuadre del director surcoreano, Walk Up convierte el edificio en un protagonista indiscutible de su película. “Las imágenes son muy importantes y captan más de lo que expresan las palabras. Por eso intento que las imágenes hablen también por sí mismas”.
Walk Up transmite una atmósfera de intimidad que conecta con la filmografía que su autor lleva tiempo construyendo definiendo su particular y reconocible universo. “Cuando empecé a hacer cine era una especie de rebelde que quería derribar barreras. Pero eran barreras falsas. Con el tiempo me di cuenta de que para romper esas barreras que se habían creado en mi mente, lo que tenía que hacer sencillamente era expresar cómo me siento en cada momento de mi vida. De ahí nace la intimidad de mis películas”.
Gonzalo García Chasco