Il Boemo es una biopic que rescata una figura tremendamente olvida- da de la historia de la música: Josef Mysliveček. Este compositor checo, nacido en 1737 en el seno de una familia modesta de molineros de Praga, consiguió alzarse como el operista más cobijado de todas las repúblicas y reinos de esa Italia diversa, territorio de la música más excelsa y faro del gusto del continente.
Después de las dos horas y veinte minutos que dura la película, estrenada ayer a las 16.00 en el Kursaal, el equipo checo-italiano de esta ambiciosa producción compareció en la rueda de prensa para compartir su entusiasmo por la ópera y el siglo XVIII. El director musical, Vaclav Luks, fue uno de los que más intervino, y es que Il Boemo es una inmensa ópera en sí misma, una arquitectura narrativa y musical que arrastra al espectador de principio a fin, atravesando esas últimas décadas del barroco hasta el nacimiento del clasicismo, encarnado, en una íntima escena del film por un Mozart niño, visionario de la nueva sensibilidad que iluminaría esa antigua Europa recargada y con clavicémbalos. Y no, Il Boemo no es un Amadeus de Milos Forman. “No queríamos hacer un film académico de época” aclaró Petr Václav, el director checo, que ya en 2001 presentó Parallel Worlds en New Directors, y que ahora compite por primera vez en Sección Oficial.
Alabando la labor de su director de fotografía, el gallego Diego Romero Suarez Llanos, explicó como decidieron usar la cámara en mano en muchas escenas y la luz más natural posible, con velas y pocos refuerzos eléctricos. “Era verano y rodábamos con centenares de velas, pasamos mucho calor”, cuenta Luks cuando explica como reunieron decenas de violinistas y otros músicos para las escenas de los teatros. Las partes instrumentales se grabaron en vivo, pero doblaron a las cantantes. Barbara Ronchi, que da vida a “la Gabrielli”, basada en una famosa soprano romana de esa época, nos lo cuenta entusiasmada: “No soy yo quien canta en la película, obviamente. Contamos con los mejores cantantes de ópera. Las verdaderas estrellas son ellos”. La sincronización es perfecta y creíble gracias a las clases
que recibieron los intérpretes. “Nos enseñaron a respirar y a movernos como se hacía en el bel canto de la época, con cuerpo y voz. Fue una experiencia bellísima”.
Para el apuesto Vojtĕch Dyk, el actor checo que da vida a Mysliveček, “il Boemo”, lo más difícil fue aprender italiano. “No sabía nada de italiano, ese fue mi problema principal. Eso fue lo peor para mí. Empecé tres meses antes del rodaje y lo veía imposible”, admite. Más fácil le fue entrar en el personaje por su propia formación musical. “Es un fantástico músico y compositor”, comparte el director musical de la película. Él mismo cuenta como recuerda que en el colegio, en Chequia, les mencionaban el nombre de Mysliveček como predecesor de Mozart y poco más; incluso el director de Il Boemo admite que no estaba seguro de si había sido un gran compositor, “las grabaciones que existían eran muy malas”.
Pero la unión de Václav y Luks fue el inicio de un proceso largo de investigación de archivos y partituras que incluso contó con el estreno dirigido por Luks de la ópera “Olimpiade” del mismo Josef Mysliveček. Un redescubrimiento y revalorización que culmina con esta película: “Es bonito contar la historia de alguien que no era nadie, cambió de país y finalmente logró su sueño”. Pero, ¿cómo lo logró? Aunque todo detalle está rigurosamente anclado en la época –los trescientos libros y epistolarios de la época que el director se leyó para crear los personajes, el vestuario exquisito de la mano de Andrea Cavalletto...– es cierto que esta es una biografía totalmente inventada. “Los hombres desafortunados solo tenían tres formas de escalar: la iglesia, el ejército o las mujeres y no quería hacer una película de la armada”. Tres mujeres, pues, son las que ayudarán al pobre “bohemio” a tocar el cielo.
Marc Barceló