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En 2014 se publicó una nueva novela protagonizada por Philip Marlowe, el icónico detective privado creado por Raymond Chandler y que rivalizaría, en la era clásica de la novela negra, con el Sam Spade de Dashiell Hammett. A ambos los interpretó Humphrey Bogart, en El sueño eterno (Marlowe) y El halcón maltés (Spade), contribuyendo al éxito incontestable del film noir de la década de los 40. Marlowe volvía literalmente de entre los muertos en 2014, ya que su creador falleció en 1959 y la última entrega de la serie Marlowe, “Playback”, se había publicado un año antes. Los herederos de Chandler confiaron la resurrección del detective hard boiled a John Banville. No exactamente a Banville, autor de novelas como “El mar” (2005) y “La señora Osmond” (2017), sino a su alter ego en materia de literatura policíaca, Benjamin Black, cuya saga dedicada al patólogo forense dublinés Quirke, que incluye una aventura en la ciudad donostiarra, “Quirke en San Sebastián” (2021), es de las más imaginativas de la novela negra contemporánea.
Banville se lo tomó como un desafío, ya que a través de su doble personalidad de Benjamin Black asumía también la de Chandler adaptándose, aunque no de forma mimética, a su estilo. El proceso divertía al escritor: “Estoy en un momento en el que puedo permitirme asumir riesgos”, declaraba entonces. La combinación entre la prosa seca de Chandler, un cirujano de la novela negra, y la prosa contundente de Banville, que supo trasladas los espacios noir USA a los espacios del Dublín de los 50, convirtiendo al detective escéptico de la serie negra en un forense igual de escéptico y desencantado, dio como resultado “La rubia de ojos negros”, la novela de Black sobre Marlowe que no desmerece en nada de las novelas de Chandler –“Adiós muñeca”, “El sueño eterno”, “El largo adiós”– sobre el adusto in- vestigador privado angelino.
Neil Jordan, que ha incursionado en el género desde perspectivas bien distintas –Mona Lisa, El buen ladrón, según Bob le flambeur de Jean-Pierre Melville, o La viuda–, ha adaptado la novela de Black convirtiendo a Liam Neeson en el nuevo Marlowe. Reto difícil: volver al personaje que inmortalizaron en pantalla, en otras épocas y otros contextos, Humphrey Bogart, James Garner, Elliott Gould y Robert Mitchum.
La vena irlandesa resulta evidente. Neeson es irlandés, como Banville y Jordan. Y entre los tres, gaélicos puros, han facturado una rememoración del film noir USA de los 40 que no cae en el cine retro, aunque se
esfuerza por volcar en la pantalla los signos de identidad visual de aquel género, el que más incordió en el Hollywood clásico. En El sueño eterno, llevada al cine por Howard Hawks con Bogart & Bacall, un anciano millonario encargaba a Marlowe que resolviera un caso de chantaje que afectaba a una de sus hijas. En las dos versiones de “Adiós, muñeca”, Historia de un detective, firmada por Edward Dmytryk e interpretada por Dick Powell, y Adiós, muñeca, dirigida por Dick Richards con Mitchum y Charlotte Rampling, Marlowe buscaba a la novia de un delincuente y se veía involucrado en una trama de chantajes y extorsiones. En Marlowe, el detective recibe el encargo de encontrar al amante de la rubia de ojos negros, encarnada por Diane Kruger, pero como ocurre siempre en la novela y el cine negro, el punto de partida no es más que una excusa para desentrañar misterios mayores de una sociedad generalmente corrupta.
Puro film noir con Jordan, Kruger y Banville en la alfombra roja del Kursaal, como si, viajando en el tiempo, volviéramos al estreno de un añejo film de Philip Marlowe en el Grauman’s Chinese Theatre de Los Ángeles.
Quim Casas