"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En Happy Hour (2015), la película con que la mayoría (re)descubrimos a Ryusuke Hamaguchi –su ópera prima Passion (2008) fue seleccionada por el Festival de San Sebastián para lo que entonces se conocía como Zabaltegi- Nuevos directores–, las cuatro amigas protagonistas participan en un taller para mejorar el equilibrio. Se trata de que, a través de técnicas que recuerdan al yoga o a la gimnasia postural, reencuentren su propio centro. De hecho, la estabilidad interna del grupo se ha tambaleado después de que una de ellas les comunique su intención de separarse de su marido. Ryusuke filma la primera jornada del curso casi en tiempo real. En una película que se despliega a lo largo de más de cinco horas, el seguimiento de esta clase ocupa casi dos tercios de la primera. Durante el visionado, una llega a cuestionarse la necesidad de sostener durante tanto tiempo una secuencia de contenido a priori un tanto anecdótico. Sin embargo, al final de la película todo cobra su sentido.
En Drive My Car, el protagonista Yusuke Kafuku, asume, tras la muerte de su esposa y colaboradora, su nueva responsabilidad como director de teatro en Hiroshima. Durante los encuentros para preparar la representación multilingüe de “Tío Vanya” de Antón Chéjov, uno de los integrantes de la compañía cuestiona el mucho tiempo que dedican a releer una y otra vez la obra con apenas cambios de matices, en una estrategia que no parece hacer progresar los ensayos.
Hamaguchi trabaja con unos métodos similares con sus actores. Happy Hour es fruto de un taller de improvisación que el director desarrolló con una serie de intérpretes no profesionales, entre ellos las cuatro mujeres protagonistas de entre treinta y pico, cuyo trabajo en ningún momento denota esta falta de experiencia. A lo largo del film, de sus actuaciones emana la experiencia íntima de cada una desde una naturalidad cristalina. A partir de estas tácticas propias del teatro, Hamaguchi nos ha regalado este par de obras maestras que sintonizan con otras joyas del cine contemporáneo en su celebración de la especificidad cinematográfica, a través del trabajo con el tempo interno de las películas. Drive My Car, como Happy Hour, fluye con la suavidad de un guante de seda, o como el trayecto a bordo de un coche conducido por una maestra del volante como la chófer coprotagonista, Misaki (Tôko Miura). En el cine del japonés, los grandes traumas o los enfados casi nunca se expresan a voz alzada. Pero bajo la superficie de apariencia calma se mueven unas corrientes emocionales cuya intensidad acaba atrapando a la audiencia. Hasta que se desemboca en la restauración del equilibro perdido. Drive My Car culmina con una de las puestas en escena de “Tío Vanya” más sobrecogedoras nunca vistas. Ante nuestra mirada cristaliza el resultado casi milagroso de esos minuciosos ensayos.
Eulàlia Iglesias