"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Ella se define como documentalista de acción, pero más allá de las etiquetas, Maite Alberdi (1983) es uno de los nombres de referencia del nuevo cine chileno. Su última película, El agente topo, es una hermosa y honesta aproximación al mundo de las residencias de ancianos.
No es la primera vez que se ocupa del mundo de los ancianos. ¿Cómo justifica ese interés?
Yo hago documentales de observación y, en este sentido, tanto en los niños como en los ancianos el presente es muy palpable, sus cuerpos experimentan cambios muy profundos en muy poco tiempo. Dicho lo cual no me interesa transmitir una visión unívoca de la tercera edad. En El agente topo vemos como hay muchas maneras distintas de vivir la vejez.
Pese a ello, parece como si nuestras sociedades cada vez arrinconaran más a las personas mayores. ¿A qué lo atribuye?
Fundamentalmente al ritmo de vida que nos imponemos. Nos atrapa la vida. Estamos interconectados, pero no vinculados. Ahora con la pandemia nos hemos tomado una pausa a escala planetaria que nos ha servido para ser conscientes de nuestra falta de tiempo para relacionarnos con los demás. En lo referente a los ancianos la pandemia ya estaba ahí, muchos de ellos morían solos en las residencias sin el acompañamiento de sus familiares. El Covid-19 lo único que ha hecho es evidenciar esto.
Hablando de su película, ¿cómo fue el origen del proyecto?
Yo quería hacer un film noir documental, sacar el thriller del territorio de la ficción y a tal fin empecé a contactar con diversas agencias de detectives de Santiago hasta que Rómulo me permitió trabajar con él durante dos meses. Ahí me di cuenta de que su oficio era muy similar al mío, porque como documentalista de acción tengo que armarme de paciencia hasta que mi objetivo aparece. Entonces, de todos los casos que tenía en ese momento me interesó el de una residencia donde le encargaron investigar los presuntos maltratos a una anciana. Pero la persona que él tenía para infiltrarse allí se rompió la cadera poco antes de empezar el rodaje.
Y entonces apareció Sergio…
Sí, un tipo que a sus 85 años mantiene una gran curiosidad por la vida que abraza el dolor, que se deja abrumar por la realidad y que, poco a poco, dejó de comprometerse con su trabajo como informador infiltrado para comprometerse con los otros residentes, escuchándoles, dejándoles expresarse… Eso me condujo, a la fuerza, a otro tipo de documental.
¿Qué cree que podemos aprender de los ancianos tal cual los retrata en su película?
El hecho de saber escuchar, eso siempre te lleva a comprender al otro. No necesariamente a empatizar, pero sí a entender sus motivos, y eso te lleva a cultivar una tolerancia que provoca una apertura de mente.
¿En los mayores hay una regresión a la infancia?
Según envejecemos recuperamos tiempo porque si algo tienen los niños es tiempo libre y eso te hace volver a dar valor a lo mínimo, a lo esencial y a recuperar nuestra capacidad para dejarnos sorprender.
Jaime Iglesias