"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Casi dos décadas ha esperado el actor Matt Dillon desde su estreno como director con La ciudad de los fantasmas (2002) para volver a ponerse detrás de las cámaras. Y lo ha hecho emprendiendo un llamativo cambio de registro. Si entonces dirigió una negra ficción de género, ahora apuesta por un documental que apela a una muy personal pasión musical que el intérprete neoyorquino siente por la música latina. Él admite la diferencia: “Los documentales son criaturas diferentes y son difíciles de hacer. Pero lo maravilloso de hacer un documental es que retrocedes en el tiempo”.
Y eso es lo que ha hecho Dillon con El gran Fellove / The Great Fellove, donde se reencuentra con el músico cubano Francisco Fellove, con quien trabajó hace más de dos décadas, y quien le concede un vehículo idóneo con el que poder realizar un recorrido por esa música cubana que le apasiona. Lo hace con una mirada que se dirige primero individualizada hacia un artista que fue influyente por su particular sentido del espectáculo y su capacidad para fusionar varios estilos. “Fue un innovador”, indica el director. Sin embargo, pronto quedaría relegado al olvido.
Pero esa mirada luego también se colectiviza, y se amplía hacia la diáspora de músicos cubanos emigrada a México en la década de los 50. “Yo sabía que quería integrar las imágenes que tenía de Fellove de cuando trabajé con él, pero no sabía cómo. Entonces la idea de la película empezó a evolucionar. Al final, ésta es una película sobre los que se marcharon”.
Cubanos en México
Dillon contaba con un excelente material de partida, puesto que a finales de los años 90, su amigo, el músico de jazz Joey Altruda, le pidió que filmara la grabación de un disco que iba a llevar a cabo en colaboración con Fellove, trayéndolo de México, donde residía semiretirado desde 1955. Entonces se conocieron. Las imágenes de aquella sesión de grabación, que a la postre se convertiría en el último disco del artista cubano, constituyen el esqueleto del film y aportan una especial emotividad al documento. “Un documental recoge datos, pero lo primero es la emoción. Tiene que haber una conexión con el público”, explicó Dillon. Fellove, casi octogenario, aparece cercano, disfrutando nuevamente de la atención de los focos, y aludiendo permanentemente a una juventud a la que quiere hacer llegar las lecciones de los ‘viejitos’. “Fellove era ya un anciano, pero sólo miraba al futuro. Era una alegría estar con él, era un ser exuberante. Tenía el espíritu de un niño”.
Para la sesión se reunieron varios músicos cubanos de diferentes generaciones, pero que, como Fellove, también habían emigrado a México en su momento. Siguiendo los pasos de Fellove por Cuba, México y Estados Unidos, Dillon se fue encontrando con toda esa escena de artistas que emigraron y que crearon una rica escena musical en aquel país. “Fellove compartió conmigo muchas confidencias sobre los apuros que había pasado en Cuba, a menudo relacionados con discriminación. Les sucedió a muchos. Por eso, este viaje ha sido como un portal a lo que ocurrió con esta comunidad en aquella época”.
Tras la grabación con Altruda, Fellove trató conseguir nuevos contratos y seguir trabajando, pero no conseguiría grandes oportunidades. Fallecería en México ya con casi 90 años en febrero de 2013, justo el día después de que aterrizara allí Matt Dillon para visitarlo. A partir de ese momento, el norteamericano sintió que empezaba el momento de contar su historia.
Gonzalo García Chasco