"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Monterey Pop (1968), la filmación del festival de rock realizada por D. A. Pennebaker, está muy bien y sentó las bases de una de las variantes primordiales del rockumental, los filmes-concierto, esa modalidad que Wim Wenders definió en 1970 como un género que no existe, y que hoy nos ayuda bastante a entender la mitología rock de los años sesenta y setenta. Después llegó la plena estilización con El último vals (1978), en la que Martin Scorsese capturó para la posteridad el concierto de despedida de The Band, y el ruido y la furia de Rust Never Sleeps (1979), con Neil Young filmándose a sí mismo y a los salvajes Crazy Horse en vena eléctrica. Un poco más tarde apareció Stop Making Sense (1984), escenificación realmente innovadora de una actuación de Talking Heads filmada por Jonathan Demme. Y para cerrar –hasta hoy– el círculo virtuoso de las películas de conciertos y festivales –en el que podríamos incluir Woodstock (1970), The Concert for Bangla Desh (1972) y The Song Remains the Same (1976)–, Neil Young y Crazy Horse volvieron a inmortalizarse en directo y en crudo en Year of the Horse (1997), el docu-rock de Jim Jarmusch rodado con manejables cámaras de vídeo Súper 8.
Conviene añadir ahora Amazing Grace, una nueva epifanía del concierto filmado, la película que no existió durante años y que, finalmente, ha podido hacerse carne, imagen y sonido: no hace falta ser un devoto de la música góspel para disfrutarla como una experiencia única, una verdadera revelación. Lo que ha quedado, tras los problemas y avatares técnicos que la han tenido escondida durante casi cinco décadas, es la captura real, directa, en bruto y, sobre todo, muy física, de los dos conciertos realizados por Aretha Franklin en una iglesia baptista de Los Ángeles en enero de 1972 para celebrar la religión e interpretar las canciones que cantaba de pequeña. No era un concierto al uso, ya que los espectadores (entre ellos los Rolling Stones Mick Jagger y Charliet Watts) sabían que se estaba grabando para un disco y filmando para una película. El resultado fue el álbum doble “Amazing Grace”, publicado en el verano de 1972 y que no tardó en convertirse en el disco más vendido de toda la historia de la música góspel; y una película que se nos debía, como esas plegarias que finalmente son atendidas.