La sección Zabaltegi-Tabakalera también acoge nombres consolidados en el cine contemporáneo. Es el caso del francés Bertrand Bonello, quien vino a competir por la Concha de Oro en el año 2016 con su anterior film, Nocturama. Ese año presentó además su corto Sarah Winchester, opéra Fantôme en la sección a la que ahora vuelve con el largo Zombi Child, en la que se narran dos historias paralelas: una primera centrada en la conversión de un hombre en zombi en Haití en los años sesenta (basada en un caso real); y una segunda, en la actualidad, dentro de una escuela femenina de élite (creada por Napoleón y existente realmente), en la que el desengaño amoroso de una adolescente se intrinca con el descubrimiento de los ancestros vinculados a la cultura vudú de una de sus compañeras.
Cuando se recurre a un icono cinematográfico y popular tan potente como la figura del zombi, las referencias y comparaciones parecen inevitables. En tu caso parece evidente que estás más cerca de Tourneur que de Romero o de otras visiones más contemporáneas…
Sí, porque yo quería llevar ese mito de vuelta a los orígenes por la dimensión cultural que hay en ello. Los zombis realmente existieron y proceden de Haití, y a eso se remitieron las primeras versiones cinematográficas, como la de Jacques Tourneur. Luego George A. Romero creó otra cosa, muertos que resucitaban y devoraban, pero los originarios están entre la vida y la muerte.
Y tenían una lectura política. Lo que sí es habitual en casi todos los casos es que esta figura ‘terrorífica’ se convierte en un medio para hablar de otra cosa. Y eso se aprecia en tu caso también.
Por supuesto, en mi caso no es una película de terror, es una película híbrida en la que introduzco muchos elementos que me interesan en el cine. Yo lo que quería era hablar de la esclavitud y de la relación de Francia con esa esclavitud y el colonialismo. Eso tiene mucho que ver con la apropiación de otras culturas, y un intento de apropiación cultural es lo que se ve en el propio film, aunque sea en el reducto individual. Pero la lectura global es patente. Francia tiene que analizar su propia Historia y sus responsabilidades, y lo que significa el legado que ha recibido, como al fin y al cabo es lo que tiene que hacer el personaje de la chica que procede de la cultura vudú. En un sentido profundo, creo que la película se pregunta qué es lo que hacemos con nuestra Historia.
¿Cómo fue ese rodaje en Haití?
Mis amigos me decían que estaba loco por ir a rodar allí, pero me parecía necesario. Por supuesto fue complicado porque es uno de los países más pobres y peligrosos del mundo, y también porque cuando un francés blanco va allí a interesarse por los zombis es visto con desconfianza, precisamente por ese sentido de colonización y apropiación del que hablo. Creen que no se va a captar la verdadera esencia de su cultura. Pero eso es precisamente lo que yo quería: conocer, no apropiarme de nada. Afortunadamente hice buenos amigos allí que me ayudaron mucho. Estoy muy orgulloso de haber rodado en Haití.
Como en Nocturama, vuelves a recurrir a la juventud como vehículo para contar tu historia. En aquel caso describías una juventud en un extraño punto entre la revolución y la cultura pop y de consumo. Ahora se trata de jóvenes también inmersos en esa cultura pop y digital, pero que, entre habituales desengaños amorosos de su edad y canciones banales, se enfrentan a la cultura, propia y ajena, con cierta extrañeza. ¿Podrían verse como películas complementarias?
¿Sabes? Creo que Nocturama sí estaba cerca de los zombis de Romero (risas). En Zombi Child son algo más jóvenes, pero sí, creo que se puede apreciar cierta complementariedad. Los jóvenes son un vehículo excelente para abordar distintas cuestiones porque estamos hablando de una generación muy abierta y receptiva. Yo estoy muy interesado en la transmisión de conocimiento en esta era tecnológica, y me atrae mucho el modo en que los jóvenes de hoy reciben las cosas, cómo piensan, cómo conectan…
Hablando de jóvenes, la última vez que estuviste en San Sebastián impartiste una masterclass y estuviste en contacto con cineastas en ciernes. ¿Cómo ves a esta nueva generación?
Las películas no van a desaparecer, sólo cambia el modo de hacerlas y de verlas, y con las nuevas plataformas creo que al final lo van a tener más fácil que nosotros. Y está muy bien, porque creo que va a ser una generación muy brillante.
Gonzalo García Chasco