Imaginemos unas vacaciones que transcurren en una magnífica casa de verano. Suena apetecible, ¿verdad? Ahora imaginemos que esas vacaciones son en familia: tíos, primos, abuelos, padres e hijos ‘aglutinados’ en esa casa. Quizás la opinión de algunos cambie. A partir de esta idea de ‘reunión familiar’ surge Los sonámbulos, película de Paula Hernández, directora que tiene en su legado tres películas: Herencia de 2001, premio Ópera Prima en el Concurso Nacional de Óperas Primas del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina y premio a la mejor película latinoamericana en el Festival de Cine de Bruselas; La lluvia (2008) premio especial del jurado y premio a la mejor actriz en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva; y Un amor, de 2011, Cóndor de Plata Revelación y premio Sur al mejor guion adaptado.
La directora nos cuenta que “lo que me interesaba era construir esta cuestión endogámica que tiene esta familia en concreto, a partir de una acumulación de pequeñas cosas cotidianas, de los silencios, las omisiones, todo lo que va cambiando de sentido en el día a día de los personajes, además de la sensación que te genera una familia encerrada en un espacio”. Su intención es “reflexionar sobre esas relaciones plagadas de malos entendidos entre los que dialogan, de intentos de mantener en equilibrio lo que se ve desplomarse. Todo contextualizado en el mundo adulto que se impregna de la vitalidad de los más jóvenes”, a lo que añade: “Esta película nace de un interrogante íntimo y profundo sobre los vínculos”.
Los sonámbulos se centra en dos personajes: Luisa, interpretada por Érica Rivas, y su hija Ana, papel que protagoniza Ornella D’elía. “Son dos personajes en pleno momento de reordenamiento. Por un lado, Ana se encuentra en esa nueva etapa conocida como la adolescencia, repleta de deseos y preguntas, y marcada por la necesidad de distanciarse de sus padres. En paralelo se encuentra Luisa, que entrará en un propio replanteamiento sobre qué pasa con ella: “Empieza a encontrar incoherencias en su familia, dudas en su matrimonio y también en su profesión”. La situación entre los familiares se tensa y “a partir de muchas situaciones cotidianas, la violencia se va acumulando y se va reflejando en el impacto que tienen los adultos en la vida de los más jóvenes. De alguna manera, todo se va tiñendo de oscuridad”.
“Aunque las protagonistas sean mujeres, no quería construir heroínas”
“La violencia se acumula en la película en situaciones cotidianas”
La oscuridad de la noche y la idea de los sonámbulos, más allá de los episodios de sonambulismo que se dan en el film, fueron dos conceptos que Paula Hernández quiso trabajar en la película: “Esa idea de cómo uno va por la vida como si estuviera dormido, con cierto grado de inconsciencia en muchos aspectos y espacios. Los personajes de la película muestran dificultades para concentrarse y para analizar qué les está ocurriendo. Me gustaba trabajar con el sonambulismo ya que es la definición de un deseo reprimido que solo se puede poner en funcionamiento en el sueño”. En cuanto al concepto de la noche, la directora afirma que “era otro aspecto que me interesaba trabajar: La noche es un lugar inquietante para todos; a veces, porque no puedes dormir, otras porque duermes mal. Esta inquietud que genera la noche la quise trasladar a la relación de esta madre y esta hija”. La directora confiesa que, “a pesar de que Los sonámbulos es una película con dos mujeres protagonistas y plantea lugares en los que las mujeres se sienten incómodas, no me interesaba construir heroínas”.
Para conseguir un efecto claustrofóbico en el espectador, la directora tenía claro el punto de vista desde el que se filmaría la película: “Sabía que, para que funcionara, la cámara tenía que estar encima de ellas y así reflejar las emociones que sentían. Prácticamente no existen escenas en las que no estén, exceptuando un momento en el que el punto de vista se abre”. Añade que, “la idea fue una secuencia con cámara en mano a partir de un plano muy cerrado, relacionado con la claustrofobia que implica una familia, combinado con ese espacio abierto en el que se encuentran, donde el terror o el peligro que sienten los personajes parece que venga de fuera, cuando en realidad el peligro está dentro”.
Paula Hernández nos cuenta que empezó a escribir el guion en 2015 y “surge de disparadores biográficos: Uno de los puntos de partida fue mi propia maternidad, cuando surgen las preguntas sobre quién es uno a partir de ese momento; cuestiones sobre cómo relacionarse con ese hijo o hija; cómo involucrar a la familia”. Confiesa que, para ella, lo importante en una película es que “las cuestiones que se abren en la película, las que se ponen en juego en la película, lleguen al espectador”.
María Aranda