Nacido en Tel Aviv en 1947, el productor y promotor cinematográfico Katriel Schory es el miembro del Jurado Oficial más veterano de esta edición. Lleva inmerso en el mundo del cine desde hace más de cuatro décadas. Sin embargo, su afición por el séptimo arte comenzó mucho antes, cuando solo tenía seis o siete años. “Como vivía solo con mi padre, me pasaba el día en la calle y los dueños del cine de mi barrio me invitaban a ver las películas”, cuenta.
Posteriormente, en el “instituto”, Schory participó en el primer curso de cine que hubo en Israel y, tras finalizar el servicio militar, solicitó el ingreso en la New York University Film School. “Gracias a ello llegué a Estados Unidos en el 68, en plena generación Woodstock”.
A su regreso a Israel, el trabajo de Katriel Schory ha ayudado a desarrollar el cine de su país. Primero trabajando en su compañía Belfilm LTD, con la que produjo cientos y cientos de proyectos para cine y televisión, y después como director ejecutivo de la Israel Film Fund. Al frente de esta organización, Schory ha estado más de veinte años, desde 1999 hasta hace apenas dos meses.
Cuando Schory entró a trabajar en la Israel Film Fund, la cinematografía israelí se encontraba “en su peor momento”, tanto a nivel de crítica como de público. “Los cineastas pedimos a los políticos una ultima oportunidad para reestructurar el cine israelí, una especie de operación de rescate”.
Una vez concedida esa oportunidad, el primer objetivo de Schory y su equipo fue “alejar a los políticos de las obras para mantener la independencia y libertad creativa de los cineastas”. Todos tenían claro que para reinventarse tenían que “abrirse a todas las voces de la sociedad israelí”.
Según Schory, gracias en parte a la labor de la Israel Film Fund, el cine israelí pasó de vender 36.000 entradas en 1998, su cifra más baja de la historia, a 1,4 millones de entradas en 2004. “A los políticos no les gustaba lo que estábamos haciendo pero, por cifras, no podían discutir nuestro trabajo”, expone el cineasta.
Llevar el cine israelí más allá de su país era otra de las misiones del organismo dirigido por Schory. En este caso, el cineasta atribuye el mérito a los propios largometrajes y a su calidad: “Las películas tienen la capacidad de hablar por sí mismas”. Cuatro nominaciones al Oscar, un Globo de Oro, un Oso de Oro… son algunos de los éxitos de las películas israelíes en los últimos veinte años. Para Schory “son una demostración de que los directores de cine israelíes son atrevidos y no tienen miedo a contar sus historias”.
Aunque no le resulta fácil porque “todas son como hijas suyas”, Schory considera que la siguiente selección de películas puede ayudar a un espectador de fuera de Israel a entender el cine que se ha hecho en su país en los últimos años: Late Marriage, Vals con Bashir, Lebanon, The Band’s visit, My Father, My Lord, Gett, The Trial of Viviane Amsalem, Zero Motivation. Tampoco olvida Bar bahar, film premiado en San Sebastián y protagonizado por tres mujeres palestinas.
Así, esta no es la primera experiencia de Katriel Schory en San Sebastián y tampoco es su primera experiencia como miembro de un jurado oficial. Anteriormente había participado en el Festival Internacional de Rotterdam y también en el de Estambul. “Me gusta la idea de formar parte de un jurado de un festival porque me permite descubrir lo que está pasando en el mundo del cine. Además de emocionante, aprendes muchísimo”, opina Schory.
Aun así, el veterano israelí también siente una gran responsabilidad por esta labor. “Se debe tener el máximo respeto por los cineastas porque detrás de cada película hay sudor y lágrimas. Yo lo sé porque estuve 25 años en el lado de los creadores trabajando como productor”, argumenta.
Respecto a nuestro Festival, Schory también se considera una voz autorizada para opinar sobre él. No en vano, acude a una media de quince festivales al año. “Por esta razón, no me equivoco cuando digo que se trata de un gran festival”.
Iker Bergara